Leonor Watling, derecha, la voz de Marlango.

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Hace tiempo que Marlango dejó de ser el entretenimiento de Leonor Watling, para convertirse en un estimulante punto de referencia del paisajismo ambient. Con la edición de Un día extraordinario (2012), el trío salta al castellano para delinear un álbum optimista plagado de sonidos cabareteros y canciones para silbar despreocupadamente, todo un refugio cálido y confortable para guarecerse de la que está cayendo ahí fuera. Trasladarán su intimismo preciosista al Teatre Principal de Palma, este sábado día 2 , a partir de las 21.00 horas.

—¿Como seria el ‘día extraordinario’ de Leonor Watling?
—Un día extraordinario es el título del disco. Durante el proceso de grabación nos dimos cuenta de que no podíamos ni abrir los periódicos porque todo el caos que se respiraba nos afectaba. Nos aislamos y contagiamos al disco de una alegría sencilla.
—El álbum está repleto de temas luminosos, pero incluso las canciones más frías y distantes tienen alma.
—La verdad es que a la hora de componer no tenemos un plan B, sale lo que sale. No porque queramos, sino porque no sabemos hacer otra cosa. Marlango es el patio de juegos, nos sirve para hacer terapia.

—Un día extraordinario ha sido definido como la solución anticrisis de Marlango. ¿Como preservar el optimismo en tiempos difíciles?
—Cada vez es más complicado. Grabamos el disco en marzo del año pasado y entonces ya estaba la cosa complicada y, meses después, no se puede decir que haya mejorado mucho. Creo que la mejor manera es tomando consciencia de que hay cosas que ninguna Angela Merkel del mundo nos podrá arrebatar.

—Sus canciones respiran una intensidad atmosférica elevada, no es fácil trasplantarlas con vigor al escenario. ¿Cómo lo logran?
—Tenemos una columna vertebral de sonido bastante definida, la trasladamos al escenario con bastante naturalidad.

—¿Tiene algún vicio confesable?
—El tabaco, es asqueroso.

—A nivel personal, ¿qué faceta profesional le resulta más gratificante?
—La música es inmediata, no se puede comparar con nada. Quizá el teatro, pero carece de la libertad que te permite la música.

—Según Chet Baker, la inseguridad es la segunda piel del artista. Si le damos la vuelta, ¿cree que la inseguridad es un motor para seguir aprendiendo?
—Totalmente, creo que está en el ADN de todos los músicos. Si alguno hiciera una canción que fuera ‘la canción’, ya nunca más necesitaría componer.