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Que Alexandre Ballester (Gavà 1933 - sa Pobla 2011) aportó muchas obras a la escena balear es un hecho, pero cómo era, qué le incitó a escribir o su relación con sa Pobla y la política local son facetas poco conocidas, hasta ahora que el filólogo Carles Cabrera ha indagado en la «dimensión localista» de Ballester a través del libro Alexadre Ballester: de professió, dramaturg (Lleonard Muntaner), que ilustra con imágenes.

¿Qué incitó a Cabrera a escribir el libro? Su afición por el teatro. «Leí su producción dramática», explica el filólogo, «y había visto algunas de sus obras, pero algo cambió cuando reestrenaron hace unos años Siau benvinguts : lo conocí en persona.».

La faceta que el autor del libro «descubrió» sobre Ballester fue su «dimensión local», es decir, «su fuerte vinculación a sa Pobla y a sus principales fiestas, las de Sant Antoni, así como su implicación con la política local. Dos facetas que no conocía». Entre las muchas anécdotas que Cabrera descubrió, la que más le sorprendió fue las « mangarrufes » que urdió en Madrid para que las fiestas de Sant Antoni fueran consideradas de interés nacional y «así poder cobrar una ayuda para las mismas». Al respecto, el autor cree que Ballester tenía «capacidad para que las cosas salieran bien», motivo por el cual «lo buscaban en sa Pobla cuando necesitaban algo, porque era muy ingenioso», y reconoce que «éstas anécdotas son muy divertidas».

Sin embargo, Cabrera revela que «mi interés era profundizar en su faceta de dramaturgo y por eso centré el libro en su trayectoria como autor». Una de las preguntas que se hace es: «Si Ballester hubiera aprovechado la oportunidad de trabajar en Barcelona, ¿qué habría sido de él?». «Fue un momento crucial cuando, en 1978, pudo trasladarse a Catalunya, su futuro hubiera sido diferente y me sorprende que no lo hiciera, pero lo entiendo».

Cabrera reconoce que el libro ha sido de «factura lenta», debido a sus otras obligaciones -es profesor de instituto y escribe críticas y artículos en revistas-. «Iba una vez por semana a sa Pobla», recuerda, «a Ballester lo conocí en sus últimos años de vida y, aunque tengo un regusto agridulce porque me hubiera agradado que tuviera el libro completo en sus manos, conoció todo su contenido, a excepción de unas pocas páginas».