Mikel Erentxun. | M. À. Cañellas

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Fue el alma máter de Duncan Dhu, uno de los grupos que triunfaron al margen de la Movida madrileña. Mikel Erentxun, que estuvo ayer en Palma, ultima la gira de 24 golpes, su álbum más reciente.


El cantautor considera que «los discos quizás nunca han tenido valor y todo lo que vivimos en los 80 y 90 fue un espejismo». Erentxun afirma que la realidad «es que España es un país folklórico donde el pop y el rock interesa más bien poco. La música en general se ha ido banalizando muchísimo».

Ya no está en aquella primera división ni en las listas de éxitos que antes copaba. Se encuentra «sin presión y con más libertad, pero sigo viviendo de la música después de 27 años. Me siento afortunado».

Ya no cuenta con las condiciones de antaño a la hora de grabar un disco. Tampoco le pagan las mismas cantidades, pero se encuentra a gusto en su nuevo «estatus». Aún recuerda cuando era un joven veinteañero que llenaba estadios de fútbol y plazas de toros. «Al ego de un chaval le venía muy bien todo aquello».

Con Duncan Dhu nunca estuvo en Latinoamérica, pero acepta estar en deuda con una legión de fans que siguieron su herencia pese a la separación. «Algún día convenceré a Diego para montar otra vez el grupo y cruzar el charco. El tiempo me está diciendo que Duncan Dhu fue más importante de lo que nosotros éramos conscientes».