Ana de Armas, ayer, horas antes de acudir a la presentación de ‘La voz dormida’. | Nuria Rincón

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Su abuelo le llamaba ‘Bola de humo’ por lo «mala» que era de pequeña. Pero la voz de Ana de Armas (Cuba, 1988) y su belleza desestimarían un apodo así. Manuel Gutiérrez Aragón la descubrió en Una rosa en Francia. Después vino El Internado e Hispania. La actriz acudió ayer a la presentación de la cinta La voz dormida, de Benito Zambrano, en la Sala Augusta de Palma.

—La salvación de los Renoir y ser plató de esta Semana Internacional del Cine indica que Mallorca tiene ambición cinematográfica.

—Por supuesto. Pienso que todo lo que alimente a la industria del cine y que ayude a que la gente vaya a ver las películas ayuda.

—¿Qué le llevó hasta España?

—Buscar. Llegué en 2006, mis abuelos son españoles y por facilidad e idioma vine aquí. No conocía otra cosa.

—¿Ha sido su presencia en la pequeña pantalla lo que te ha permitido dar el salto a la grande? ¿O viceversa?

—Empecé haciendo cine en Cuba. Al llegar a España ya había hecho tres películas, pero digamos que trabajar en televisión aquí fue la oportunidad de llegar a más gente. El cine es un público más reducido, y sobre todo el cubano.

—¿Qué diferencias hay entre la industria cubana y la española?

—En Cuba se respira talento pero no hay medios para hacer buen cine, están bastante limitados. Mis experiencias en el cine allí son inolvidables.

—¿El papel como Carolina en ‘El Internado’ ha sido decisivo en su carrera?

—El personaje me ha dado popularidad, pero no soy una actriz consagrada. Me falta muchísimo aún.

—¿En qué está trabajando ahora?

—Llevo bastante tiempo sin hacer nada. Estoy esperando a rodar una película en febrero, Hands of stone, de Jonathan Jakubowicz. Es la historia del boxeador panameño Roberto Durán (Gael García Bernal), y yo haré de Felicidad Iglesias, su esposa. Tengo ganas de conocer a Felicidad y pasar tiempo con ella.

—¿Por qué dejó ‘El Internado’?

—Se acabó la etapa, el personaje no iba más allá y me fui a estudiar inglés a Nueva York.

—¿Cómo fue trabajar en ‘Hispania’?

—Más duro que en El Internado. En Extremadura cuando hacía calor te quemabas, y cuando hacía frío lo mismo. Era horrible.