El fotógrafo Nando Esteva posa para este periódic | Jaume Morey

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Desde el mundo ideal de Aladdin hasta el zapato de La Cenicienta perdido... en una carnicería. Éste es sólo un símil fantástico de la proyección de Nando Esteva, un fotógrafo acostumbrado a buscar el ideal en cada uno de sus disparos. Tiene precisión y buena puntería; por eso, el Festival de Los Ángeles le acaba de premiar con un IPA a la mejor fotografía de gastronomía por Carpintería de mariscos. Esteva trabaja para marcas de electrodomésticos, restaurantes o moda, donde los retoques son omnipresentes. Pero en 250 gramos de tacón, –al que el Festival también ha dado una mención de honor– que está en la galería ABA de Palma hasta el 15 de este mes, busca algo más imperfecto, como unos zapatos del diseñador José Miró destrozados y envasados al vacío.

—¿Qué puede significar la concesión de este premio para su carrera? ¿Cree que aumentará su proyección internacional?

—Es un salto muy importante porque un premio como éste abre muchas puertas. Se trata de una competición internacional en la que han participado 10.000 fotógrafos de 103 países, lo que significa que compites con gente de todo el mundo. Era uno de mis objetivos cuando empecé en esta profesión y me alegra haberlo conseguido.


—En cuanto a ‘250 gramos de tacón’, ¿qué relación guarda la carne con los zapatos?

—Es una descontextualización de un producto. Vengo de hacer la perfección en catálogos. Espero que a un 50 por ciento de la gente no le guste. Esos comentarios me permitirán saber hasta qué límite puedo llegar. Estoy acostumbrado a que todo el mundo me diga: «¡Ay qué bonito!, ¡Ay qué perfecto!, ¡Esta campaña es brutal!».

—¿Es reivindicativo?

—Es un trabajo reivindicativo de una carrera profesional y personal. De buscar una perfección me centro en una imperfección. Dejo flashazos sin retocar. No quería photoshop. Ahora nos tenemos que comer que todo son mentiras.

—¿Un análisis social?

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—Sí. De hecho te vas a comprar un zapato y compras los tacones en la India, la piel en Marruecos... porque el sector del calzado aquí está en crisis.

—Y el de la fotografía, ¿cómo se encuentra?

—Está prostituido. Están poniendo límite a la gente que viene de fuera. Están tirando los precios, haciendo cosas absurdas y sin sentido como reportajes de boda a precios ridículos. En cambio, en el publicitario es muy complicado. Puedes hacer un buen trabajo, pero el problema es la regularidad.

—Tiene tono nostálgico...

—Sí, como todos mis trabajos creativos. Por ejemplo, Rostros, el proyecto de la lucha contra el cáncer, es un homenaje a mi padre. Todo trabajo artístico tiene un trasfondo. En este caso (’250 gramos de tacón’) es separar de forma cromática por colores, buscar algo contrario a mí, que era una imperfección de luz y, por supuesto, poder colaborar con José Miró.

—¿Qué le falta por aprender?

—Me estoy metiendo en las nuevas tecnologías porque es la demanda de la sociedad. Todo el mundo tiene un smartphone y es la ilusión de vender con una imagen lo que quieras a todo el mundo.

—¿Eso es porque una imagen vale más que mil palabras?

—Creo que sí, pero siempre va junto a una palabra que le da belleza a la fotografía. Si no hay donde poner texto, pues le diré que sí. Desgraciadamente no paramos de ver imágenes que nos impactan y dicen más de mil palabras. Por ejemplo África. O incendios en Mallorca. De este último tengo pendiente hacer un proyecto.