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«Me sabe mal haber colaborado en un proyecto como éste. Debería haber sido más objetivo y más serio [El diccionario]». Éste es el sentir de algunos de los colaboradores del Diccionario Biográfico Español , como el historiador Josep Massot, tras conocerse el contenido del artículo sobre Franco realizado por el experto en Historia Medieval Luis Suárez, presidente de la Hermandad del Valle de los Caídos. Un texto que hace «más apología que historia» y que «ha desacreditado parcialmente» el conjunto de una obra financiada con dinero público, -6,5 millones de euros-, que aspira a ser «emblemática».

Algunos historiadores de Balears ven detrás de esta polémica una «disputa de poder» centralista, y se muestran más preocupados en «saber cómo están integradas las biografías periféricas». Es decir, qué personajes baleares aparecen en esta gran publicación y quiénes firman los textos.

Josep Massot, que ha escrito para esta monumental colección sobre los monjes de Montserrat, explica que en la elaboración del artículo se les exigió «asepsia, objetividad y brevedad». Otro historiador, Sebastià Serra, añade que «la objetividad es casi imposible», pero «el historiador debe dar pautas para la interpretación a la vez que ajustarse a la realidad».

Censura

Luis Suárez, dice Massot, «utiliza los documentos, pero hay cosas que no salen en ellos. No hubo ningún artículo que prohibiera el catalán por escrito ni que reconociera la censura». Algo que permite a Luis Suárez decir que en la dictadura franquista -concepto que no aparece en su artículo- «el catalán no estaba prohibido en absoluto. Se utilizaba como lo más normal del mundo».

Para escribir sobre personajes como Franco «reivindicaría a un experto en historia contemporánea o un equipo», apostó Sebastià Serra. Suárez es el único historiador que ha tenido acceso al archivo de la Fundación Francisco Franco, pero ¿qué hay de la reputación y el rigor de otros, como Javier Tussell o Paul Preston?, se preguntan. «Hay una falta de rigor histórico. Es una obra financiada con fondos públicos y debe estar contrastada y ser rigurosa», sostiene Arnau Company, quien cree que «tiene que haber un comité que revise los textos para darles coherencia. He colaborado con La Gran Enciclopedia de Mallorca y un comité editorial se encargaba de revisarlos». La directora de esta publicación, Margalida Tur, lo confirma y añade que «el comité es el responsable del producto final -independientemente de si el artículo está firmado o no-, el comité científico tiene el deber de revisar todas las voces. Está en juego el prestigio de la obra». Eso sí, también «cada uno debe ser responsable de sus textos», sostienen los consultados.

Más allá de este caso sobre la voz de Franco, otros historiadores creen que «hay un lobby centralista que controla los contenidos historiográficos. Éste es un problema de poder», sostiene Pere Fullana, quien afirma, por otra parte, que «este diccionario es un producto de la Academia y los contenidos son de los historiadores» por lo que el hecho de que esté subvencionado no «da derecho a decidir qué tipo de información tiene que aparecer». Sobre la aparición de personajes femeninos, sólo un 8%, Serra dice que «se podría haber ampliado la nómina», mientras que Massot sostiene que «habría que saber qué mujeres han dejado fuera. La diferencia es enorme»

De momento, sólo se ha publicado en papel hasta la letra H. Está previsto que en 2012 se complete el diccionario.