Imagen de una de las esculturas ubicadas en el Sector 2 del Cementerio de Palma. | Teresa Ayuga

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«Una parte importante de este trabajo es intentar acostumbrar a la gente a que un cementerio es un museo al aire libre y hay que protegerlo». Esta es una de las conclusiones a las que ha llegado Carlos Garrido, periodista y escritor que ha participado en el inventariado de los elementos patrimoniales que se encuentran en el Cementerio de Palma, concretamente en el Sector 2, cuyas piezas datan del siglo XIX. El Ajuntament presentó ayer este estudio «exhaustivo».

Hasta 3.600 tumbas antiguas se han analizado en este trabajo, «el primer paso para su inclusión en el Catálogo Municipal de Patrimonio», subrayó Nanda Ramon, regidora de Cultura de Cort. «Lo importante es darles la condición de monumento, para su protección», ya que «el olvido es su peor enemigo», matizó Garrido. A pesar de todo, de estos elementos funerarios sólo «algo más de 30 sepulturas son de un valor singular y necesitan protección sin ninguna duda», añadió el periodista.

Se trata de unos elementos a los que el periodista califica como «tesoro antropológico y sociológico», pertenecientes al siglo XIX -el más antiguo es un monumento de 1838-, a través de las cuales se pueden desarrollar «muchos tipos de investigación», cómo, por ejemplo, «estudios de simbología, iconografía o epigrafía», así como los «tipos de letra o las fotografías». Además, este estudio ha permitido identificar a «escultores y arquitectos de las tumbas más representativas».

Uno de los problemas de este inventariado fue que «el 90 por ciento de las esculturas no están firmadas», indicó Garrido, quien, entre todas las piezas, destacó un panteón de Gaspar Bennàssar; una estatua de Marc Llinàs, o una capilla, de 1964, de Antoni Sureda i Villalonga, arquitecto responsable de, entre otros, el Teatre Principal de Palma.