Raphael, gesticulador infatigable, animó al público con su repertorio de éxitos propios y prestados. Fotos: NÚRIA RINCÓN

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Cinco décadas de éxitos resumidas en tres intensas horas. Raphael, único e inimitable -aunque imitado como pocos- celebró ayer en el Palma Arena 50 años sobre los escenarios con la energía y el vigor que no ha perdido con el paso del tiempo.

 

Elegante, vestido con traje negro, sin despeinarse en ningún momento, salió a escena 15 minutos sobre la hora prevista y arrancó versionando los Cantares de Serrat, con la única compañía de las notas del piano que presidía la escena. El artista interpretó el programa habitual de esta maratoniana gira de celebración, que incluye sus grandes éxitos y temas de otros artistas. El primer hit de la velada se hizo esperar: Mi gran noche fue la quinta en sonar ayer. Volverte a ver, de Juanes, o La fuerza del corazón, de Alejandro Sanz, se unen en esta gira a temas como A mi manera o Escándalo. Virtualmente, cantó junto a Rocío Dúrcal y Rocío Jurado, que 'resucitan' en las pantallas.

 

Tratándose de Rapahel, no cabía esperar una muestra de austeridad acorde con los tiempos que corren: tres pantallas gigantes, un escenario imponente, sonido electrizante y decenas de focos acompañaron al cantante. También tuvo a su vera a una orquesta de gran densidad melódica, propia de un crooner como él.

 

En la rueda de presentación del concierto, Raphael había dejado caer, con aire de misterio, que en sus actuaciones «siempre hay sorpresas», en alusión a la posible visita de alguno de los artistas a los que versiona (David Bisbal, Alaska o Ana Torroja le han acompañado en alguna de las actuaciones de la gira). Finalmente, al menos al cierre de esta edición, la única sorpresa de la noche fue el poco público asistente. Unas 1.500 personas asistieron al recital, según la organización (se pusieron a la venta 5.000 entradas). Ante tal panorama, quienes tenían una localidad en las gradas fueron invitados a sentarse en la platea, que ganó en calor humano.

 

Entre el entusiasta público se pudo ver pocos jóvenes: la franja de edad se situó entre los 30 y los 60, aunque éstos últimos dominaban e incluso había representación octogenaria. Los que compraron la entrada VIP gozaron de un trato especial en una zona con suelo de terciopelo azul.