Por segundo año consecutivo, Bosé llegó a la Isla con su gira 'Papitour', un regalo para sus seguidores. Foto: JAUME MOREY

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XAVI SOLÀ

Practicando una fusión del glam setentero con la música disco de los ochenta, The Cabriolets, con Bimba Bosé al frente, caldearon los instantes previos a la irrupción en el Coliseo Balear del auténtico héroe de la noche, Miguel Bosé. Más de la mitad del aforo no faltó a la exhibición de los teloneros que lucen tablas suficientes pese a ser una banda joven.

El trío madrileño, en cuya cosmogonía musical subyace una neta orientación festiva, subió al escenario con puntualidad británica. Vestida, presumiblemente, por David Delfín, Bimba, quien exhibe las piernas más largas del pop español, lució traje negro, camisa blanca y corbata. Como ya sorprendió en otras actuaciones de la gira, la cantante y modelo fue prescindiendo de su ropa en los 40 minutos de actuación hasta alcanzar el desnudo integral, eso sí, simulado gracias a unas mallas.

Llegó el turno de Bosé. Las 8.000 personas congregadas en la plaza de toros para asistir al concierto de la gira Papito se entregaron al baile desde el minuto uno con Amante bandido. Con levita y demás prendas negras-idéntico vestuario que el año pasado-, Miguel Bosé se presentó ante sus seguidores en un escenario animado por iconos 'poperos' y flanqueado por cortinas blancas. Siete músicos acompañaron al artista, que continúo su fiesta con otros temas como Sereno, Bambú, Creo en ti o Sevilla, tema que generó el delirio colectivo.

Bosé abrió el baúl de los recuerdos, paseó por toda su carrera y recuperó temas que hacía veinticinco años que no servía en directo, como Amiga o el éxito de mediados de los noventa, Si tú no vuelves. Mientras, los primeros mecheros aparecían con Te amaré. En Como un lobo, tío y sobrina se encontraban en el escenario, como tienen por costumbre. Los bises llegaron con el exitazo Hacer por hacer y, cuando el reloj no marcaba ni las 23.30 horas, Bosé abandonaba el escenario recuperando antes Don Diablo, un clásico que marcó el punto final a un espectáculo en el que derrochó madurez musical.