Francisca Lladó es la autora del libro sobre el cómic en Mallorca.

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ANA LARGO

«Por un interés de regenerar los lenguajes plásticos, de renovar las artes e introducir el cómic como un medio de expresión más», proliferaron en Mallorca, tras la dictadura franquista, una serie de publicaciones «marginales» con pocos recursos, pero de «gran riqueza», que demostraban un «síntoma claro de modernidad». Con el nacimiento de los fanzines en la Isla, arranca Trenta anys de còmic a Mallorca (1975-2005) (Documenta Balear), volumen que acaba de publicar Francisca Lladó, doctora en Història de l'Art por la Universitat de les Illes Balears.

Aunque existen precedentes en décadas anteriores, Lladó arranca esta publicación a partir de la transición. «El cómic, aquí, es bastante joven, pero con un futuro muy interesante y potente, y a partir de los ochenta comienza a tener una validez por sí mismo con dibujantes de gran peso y que aún están en activo, como Pere Joan o Max, entre otros», explica, muy vinculados a Barcelona.

Ante la falta de revistas, comenzaron a nacer toda una serie de fanzines, como Els Burots Còmics, The five worlds o Conspiració Gnomo. «Estas publicaciones son los grandes desconocidos», subraya Lladó. Sin embargo, años después llega la edad de oro del cómic adulto. En plenos años ochenta, los dibujantes comienzan a trabajar en el mercado estatal y macen en la Isla revistas como Lavativa, Llunari o Vol 502, y casi una década más tarde, Nosotros Somos los Muertos o Dolmen.

La historiadora del arte destaca como momentos claves de la historieta en Mallorca la celebración de la Setmana de Còmic, una exposición de Pere Joan en el Balaguer, la publicación de autores locales en revistas importantes como El Víbora o Madriz, el nacimiento de las primeras librerías especializadas, la fundación de la Associació d'Amics i Víctimes del Còmic o la puesta en marcha de Còmic Nostrum.

Los noventa fueron una etapa de cambios y los dibujantes buscan alternativas profesionales en otros sectores. Empieza a despuntar una nueva generación con gran calidad. Guillem March, Fito, Gabi Beltrán, entre otros. Dos generaciones que conviven de manera «fantástica», dos generaciones y varias decenas de autores de obra heterogénea, de calidad artística incuestionable. Jamás hubo «una escuela mallorquina», pero no hay duda de que el cómic hecho en Balears o por baleares ya ha hecho historia.