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ARNAU BUSQUETS Un botecito de tinta, una caña cortada, un papel en blanco... y una imprescindible dosis de paciencia. Éstos son los ingredientes con los que 25 personas participaron ayer en la segunda jornada del curso de caligrafía e iluminación medieval que se imparte en el castell de Bellver.

Para la mayoría, este curso supone su debut en el mundo de la 'tipografía antigua', en el que se adentrarán durante un total de seis días. La profesora que les instruye, la especialista Paz Alomar, advierte que este tipo de escritura requiere un «cambio de velocidad respecto al que nosotros tenemos. Es una técnica brutalmente lenta, y eso desconcierta a los alumnos». Por lo tanto, el secreto del éxito está claro: la paciencia. La lentitud del trabajo tiene una ventaja: «Entras en un estado de concentración que te relaja; es casi como una meditación», resume.

El viernes fue el turno de la parte teórica, que incluyó una charla del profesor de la UIB Gabriel Ensenyat. Ayer fue la hora de la práctica, con «el ABC de la caligrafía». Una vez conocidas las características del alfabeto uncial -el que utilizaba el cristianismo primitivo- los aprendices empezaron por fabricar su propio cálamo cortando un trozo de caña. Cuando se acostumbraron a escribir con este utensilio, comenzaron a reproducir el alfabeto. Los participantes, en su mayoría mujeres, afrontaban con ganas esta tarea que coincidían a definir como «sumamente difícil». Una de ellas, Magdalena, se lamentaba de tener «un problema grave, porque soy zurda!». María José, archivera, era la envidia de la mesa, porque gracias a sus estudios ya había conocía la técnica. A su lado, Maria se sorprendía al comprobar «cuánto les costaba esto a los copistas».

Las próximas semanas se repetirá la mecánica de estos días: teórica y práctica sobre caligrafía gótica y sobre iluminación medieval, en la que estudiarán las filigranas o la pintura de dorado con la que decoraban los textos en los códices manuscritos. De momento, ayer a media mañana, los alumnos comentaban contentos: «¡Vamos mejorando. En unos días, seremos escribas!». A lo que la profesora respondía con un cariñoso recordatorio: «Paciencia...».