El músico catalán Manolo García ofrecerá uno de los grandes conciertos de este verano.

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JONAS CLIMENT/ ANA LARGO

Llegará a la Isla cargado con una maleta repleta de libros. Bolaño, Borges o Pérez Galdós son algunos de los autores que acompañan a Manolo García en la gira de su último disco, Saldremos a la lluvia. Aterrizará el próximo 20 de agosto, a las 22.00 horas, en el Palma Arena, teniendo aún muy presentes los «magníficos recuerdos» de su último paso por la Isla. Tampoco escatima en palabras a la hora elogiar la música mallorquina desde Bonet a Antònia Font, un grupo con una «gran inquietud cultural e intelectual». Amable, cercano y buen conversador, el catalán comparte sin tapujos su amor y respeto por la naturaleza, así como su preocupación por el mundo que heredarán sus futuras generaciones.

-En sus dos últimos discos se nota una evolución personal hacia la madre naturaleza. ¿Cree en el mito del buen salvaje?

-Va a ser difícil volver a esa naturaleza. La historia nos ha dado claros ejemplos de que nunca hay vuelta atrás. Siempre vamos hacía adelante, pero la dirección sigue siendo una incógnita absoluta para todos. Como músico me dejo llevar un poco por esas sensaciones porque el mundo industrial me da de comer, pero también me tortura, y eso me lleva a hacer canciones. La música es una forma de expresión que toca la piel, toca la fibra, emociona, hace reír y llorar.

-Frente a la vorágine occidental de 'hacer y tener', habla de las bondades de la vida contemplativa.

-Acumular posesiones materiales quizás infla los egos y las vanidades, pero no da a nadie la felicidad. La riqueza, al final, da dolores de cabeza y obliga a justificarse. En cambio, la gente con una vida sencilla, siempre que tenga las necesidades básicas cubiertas, no tiende a pasar esas penurias o miserias.

-Su discurso también desprende cierta añoranza del pasado. ¿Hemos avanzado en la dirección equivocada?

-Tengo dudas de que la mejor manera de estar en el mundo sea la nuestra, la occidental. Hay una gran cantidad de chorradas y cosas inútiles que nos dedicamos a hacer a base de destrozar el planeta y eso me asombra.

-Entonces, ¿quién debe liderar el cambio, los políticos o la sociedad civil?

-Aunque hay un porcentaje de políticos de los que no dudo que tengan buena fe, al final es la gente de a pie la que dice cosas más razonables. Me agarro a la esperanza de que sea la sociedad civil quien consiga liderar ese cambio, aunque mi única duda es si se llegará a tiempo o será tarde.

-A pesar del tono comprometido de sus letras, su música sigue sonando llena de alegría y de esperanza.

-Si nos dejáramos llevar por el desánimo estaríamos acabados. Pero el ser humano tiene esa capacidad de resurgir de las cenizas y, el mundo, por otra parte, es un lugar maravilloso con sus mares, tierras y cielos. Este planeta tiene recursos, pero si no los aprovechamos las generaciones venideras van a encontrárselo agostado. Vivir en un planeta completamente asfaltado me resultaría durísimo.

-¿Se fue a Creta a grabar parte de su nuevo disco para escapar del asfalto nacional?

-En España también hay rincones y espero que puedan mantenerse. Recuerdo ir en el coche por Mallorca y descubrir tras cada curva un paisaje nuevo y paradisíaco. Mientras que en Grecia también hay zonas increíbles y zonas increíblemente jodidas. Me fui allí a buscar la aventura y, aunque jamás podré ser el Miguel Strogoff que soñé, no quería grabar en un entorno urbano. Puede que haya a quien le guste el asfalto, pero yo quería abrir la puerta y ver gallinas o ver a una vecina lavando en un riachuelo.

-¿Quiere recuperar el sonido mediterráneo en este cuarto trabajo discográfico, Saldremos a la lluvia?

-Hace catorce o quince años actué con Maria del Mar Bonet. La primera vez que contacte con ella, descubrí la música de Theodorakis. Lo que hecho ahora es encontrarme con esos descubrimientos que vinieron de la mano de Bonet y que me gustaron. Ahora los he rebozado y dado una mano nueva de pintura.

-También estuvo en Estados Unidos para realizar las mezclas de este disco. ¿Por qué decidió hacerlo en el país estandarte de las cosas con las que no comulga?

-Fue por una cuestión práctica. La persona que yo elegí para las mezclas estaba en EE UU y me fui a Kentuky esperando encontrarme con un entorno natural. Allí me di cuenta de que el ser depredador que llevamos dentro está avanzando muy deprisa. He visto esas zonas rurales, hasta hace poco abandonadas, a la espera de que se hagan grandes urbanizaciones. Aun así me gustó la experiencia y aproveché el regreso para filmar el videoclip durante tres días por carretera, un poco al estilo de las road movies o del libro En el camino, de Jack Kerouac.