Concha Buika arrancó el concierto con 'Tú volverás', uno de los temas que incluye en su último disco. Foto: NURIA RINCON

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NICO BRUTTI

Concha Buika es sólo Buika ahora. Identificable ciento por ciento. Sin medias tintas. Como su voz. Potente en su fragilidad, tal vez pegado ese acento gitanillo como cuando habitaba en la barriada palmesana de Son Gotleu. O quizás sea que se mueve maravillosamente entre la copla, el quejío callejero y flamenco, entre las grandes voces del jazz, el soul, el hip hop y el chill out. Anoche, demostró que está donde está (artísticamente hablando) por su excelente set brindado en ses Voltes.

Tú volverás fue el primer tema de la noche. Ante un público que rondaba las 5000 personas, la joven de raíces guineanas salió con un vestido anaranjado y cargada de fuerza para ofrecer un directo que destacó por el gusto y una voz inigualable. A tú Volveras le siguió un clásico de la copla, La falsa Moneda y Ay de mí primavera, unos temas con los que esta auténtica Niña de Fuego, fue capaz de incendiar de talento a su cada vez mayor audiencia. A la voz de Buika le acompañaba uno de los mejores batería, Horacio Hernández, más conocido como 'El negro', que, acompañado por la percusión flamenca, supo marcar el ritmo al bajo, al piano y a la trompeta.

El público que no paraba de aplaudir entre tema y tema, era muy variopinto; gente de todas las edades y muchos extranjeros que no querían irse de ses Voltes, lugar elegido por el Ajuntament de Palma para su ciclo Cançons de la Mediterrània.

Después del éxito logrado en 2006 con su tremendo Mi niña Lola, premiado al año siguiente como disco del año y mejor producción (Javier Limón), llegaron los grandes festivales y el reconocimiento de la crítica.

En 2008 Buika grabó este gran álbum titulado Niña de Fuego. Allí vuelve a visitar la copla, sale ilesa de unas rancheras y canta temas inéditos compuestos por ella misma y por Javier Limón, que vuelve a producirle el disco. Sus canciones son canciones de amor, pero sobre todas las cosas, de desamor. Y en realidad tampoco las canta, sino que las estruja, las vive, se mete dentro de ellas. Emociona verla, gritando entre susurros.

Llega de girar por Noruega y Francia, entre festivales de jazz y de arte, esa auténtica niña de fuego. Para incendiar a la audiencia. Para acariciarle el alma (soul). Para llorarle una copla. Para estrecharle el corazón a todos con esa emoción que les hace beber.