Una parte del equipo que participa en esta opereta cómica. Foto: TERESA AYUGA

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JONAS CLIMENT

La cuarta temporada de la Òpera de Butxaca del Teatre Sans arranca el próximo 27 de marzo con Una educació mancada, una obra de Emmanuel Chabrier, a cargo de Fréderique Sizaret y Dominic Hull en la dirección musical y escénica, respectivamente. El montaje, con textos en catalán y canciones en el francés original, permanecerá en cartel hasta el 30 marzo. El programa del teatro proseguirá, en abril, con Cos de dona y No som beneit, és que estic enamorat.

Esta iniciativa que permite disfrutar de la ópera de pequeño formato a un precio reducido surgió como una alternativa. Según explica Dominic Hull, gracias a la buena acogida por parte del público ha sentado las bases para «institucionalizar» su fórmula y formar parte de la escena cultural de Palma.

Ahora, con Una educació mancada, el Teatre Sans oferta una «divertida opereta» compuesta por un sólo acto con nueve escenas, y cuya acción se desarrolla en el salón del castillo del conde de Boismassif durante el reinado de Louis XVI. La historia narra las desventuras del joven conde y su esposa, un matrimonio recién casado que ignora cuales son sus 'obligaciones' en su noche de bodas, por lo que serán los dos miembros más viejos de la familia quienes acudan en su ayuda para 'educarles'.

«El mensaje es muy ligero porque está previsto que vengan institutos y escuelas», explica Dominic Hull, despejando cualquier duda que puedan tener aquellos padres recelosos de su argumento o su -ingenuo, pero algo picante- cartel. Sin embargo, afirma que la obra sí puede entenderse como «una crítica a la falsa moral» que clasifica la sexualidad como un tema tabú. Sin que, por ello, pretenda ser «una vacuna». «Es sólo un divertimento reflexivo», sentencia.

El reparto de la obra recae en un trío de intérpretes formado por el barítono Joan Toni Oliver y las sopranos Montse Mozo y Pilar Marqués. Estás dos últimas interpretan al matrimonio protagonista, decantando el tono escénico hacia un «expresionismo cómico». «Cada vez que la soprano canta, resulta imposible ocultar el hecho de que es una mujer quien interpreta al conde», explica Hull, con una expresión que no puede sino confirmar lo evidente: está encantado de que así sea. Matiza, no obstante, que ha procurado aprovechar la comicidad que se desprende de esa situación «sin caer en excesos».