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La compañía mallorquina Teatre Independent Ciutat (Tic Teatre) representó Oníric en la Fira de Teatre de Tàrrega la noche del viernes, un espectáculo ideado por Biel Jordà y Toni Oliver, cuya principal inspiración es el mundo de los sueños.

Tres actores, Lydia Sánchez, Lluqui Herrero y Luca Bonadei, son los encargados de desarrollar una serie de historias sobre el escenario que parten siempre del inconsciente. «La escenografía en Oníric es una pieza muy importante y el vestuario majestuoso ayuda a formar parte de la escena», aseguró Toni Oliver.

Los vestidos, realizados por Isabel Castro, sirven de excusa y preámbulo para comenzar algunos relatos. Por su parte, la música, diferente en cada sueño, encaja con el vídeo, que interacciona con los personajes. En un pasaje, un embarazo virtual se convierte en verosímil a partir de la imagen de un embrión proyectada sobre la barriga del italiano Bonadei. El director Toni Oliver explicó, respecto al montaje, que «es fundamental que el espectador se deje llevar y vuele», y añadió, además, que «la obra tiene también una función terapéutica, ya que los sueños pueden ayudar a ser mejores».

La trama de Oníric empieza con un programa de radio. Sobre el escenario, una locutora habla con un paciente y una terapeuta sobre sus experiencias. El montaje hace referencias al amor, al sexo, la muerte, el miedo y las ambiciones.

El pasado abril el espectáculo de Tic Teatre, Oníric, se estrenó en Lloseta y el viernes en Tárrega se pudo ver en dos versiones, catalana y castellano. A final de mes se representará en la Fira de Manacor.

El espectador intuye un gran esfuerzo actoral. Los tres protagonistas no sólo permutan de idioma en cada función, sino que también están obligados a ciertas pruebas físicas, combinan un cierto tono humorístico con destellos dramáticos y se cambian de vestido sin parar. «Los actores lo han pasado mal, porque la puesta en escena ha sido muy difícil», certificó el director durante la presentación de la obra en la Fira de Tàrrega.

Un sueño hecho 'realidad' El origen de Oníric es el sueño real de la mujer de Toni Oliver. «Me contó lo que había soñado y me puse en contacto con Biel Jordà». Como en otros montajes de Jordà, la vistosidad de los elementos en el escenario se presume como un aspecto fundamental.

La obra prefiere apuntar a las sensaciones y estímulos oníricos, que a la interpretación científica o poética de los sueños.
Al final de la función, un descomunal vestido ocupa todo el escenario y tras una serie de juegos geométricos, los actores son tragados por el mismo, hasta formar parte del tejido.

Se trata de un bonito final para una historia, cuyo principal mérito es la generosidad en la entrega de sus participantes.