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M.GARCIAS Tras varios y falsos avisos publicados en la red sobre cuándo se celebraría la manifestación en contra de la decisión de suspender el Pitch Mallorca Electronic Festival 2007, ayer a las 19.00 horas, se dió el encuentro oficial, como anunciaba la web salafónica.com, en la Plaça de Cort de Palma.

Bajo el lema «Tots amb el Pitch i en contra de Grosske», entre 150 y 200 manifestantes hicieron acto de presencia en defensa de un festival que, según señalaban los participantes en la concentración, no ha quedado muy claro porqué no ha podido celebrarse, aunque en la web de Pitch Mallorca consta que se canceló por falta de permisos municipales.

Según explicaron algunos de los manifestantes, que prefirieron no identificarse, hace unos tres o cuatro meses la organización del Pitch apalabró con el Ajuntament de Palma el emplazamiento y los días de celebración del festival, que debía celebrarse el pasado 18 de agosto, y 72 horas antes del día señalado fue suspendido. Unos culpaban a Grosske, otros hablaron de una «mano negra». La respuesta del Ajuntament a los promotores del evento, la pasada semana, fue que, debido a las quejas de los vecinos que habitan cerca del polígono de Son Rossinyol, el festival no se podía celebrar. Es de suponer que el año pasado, con unas 4.000 personas de aforo, se hizo mucho ruido, y que la música dejó de sonar a altas horas de la noche, sobre las 05.00 horas.

Muchos participantes se preguntaban ayer dónde se debería celebrar un festival de estas características en Mallorca, ya que hay un sector, "muy amplio por el número de entradas vendidas y por las espectativas de los organizadores, que esperaban, al menos, unas 8.000 personas", que demanda un festival de música electrónica. Entre gritos, el mensaje dirigido a Grosske fue que dimitiera. Otros demandaban: «Queremos Pitch».

En unas cuantas pancartas se leía: «La música es cultura». Al unísono, sonaban ruidos de sirenas, bocinas, silbatos, gritos, toques de cacerola y silbidos dirigidos hacia el edificio de Cort, donde no se movió ni una teja.

Entre camisetas negras, las que no se pudieron vender el día 18, y con el programa del festival en la parte de atrás, los manifestantes formaron un ruedo donde colocaron posters y pancartas y sobre los que salieron a bailar algunos, motivados por el ritmo que marcaron sus compañeros. Otros llevaban camisetas blancas en las que se leían insultos en inglés junto al rostro de la alcaldesa Aina Calvo.

Las edades de los asistentes oscilaron entre los 20 y los 35 años. También asistieron algunos niños y se pudo ver a un perro vestido con la camiseta del festival, lo que denota cierto sentido del humor a pesar del enfado. Algunos viandantes se unieron al acto. Coches que pasaban animaron la cacerolada con golpes de bocina. Los turistas preguntaban qué estaba sucediendo y porqué. Todo entre la atención de los medios de comunicación, entre los que destacó Wamba, «una televisión independiente» que grabó el acto para colgarlo en su web a modo de cortometraje.

El acto terminó a las 20.30 horas, después de una hora y media de «protesta a favor de la música y en contra de las políticas de gobierno que según del lado que sean oscilan como veletas», explicó una manifestante.

Según la organización, se vendieron unas 4.000 entradas en la Isla y otras 800 fuera de ella, especialmente en Madrid, de las que se devolverá el importe íntegro (General Music, Gran Vía Colon 52, Inca).