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L.MOYÀ

El Casal Solleric inaugura hoy tres nuevas propuestas, que abarcan desde la historieta hasta la pintura pasando por la instalación. Ana Miralles, María Catalán y Daniel Chust Peters, respectivamente, son sus protagonistas.

A flor de pel presenta los 25 años creativos de Ana Miralles. «Enfrentarme a mis primeras obras supone recordar lo hecho, pero, también, hacer autocrítica», dijo la dibujante. ¿Cuál es la constante de sus piezas? «Siempre intento investigar y probar cosas nuevas». Miralles ha tenido que luchar contra «las casillas impuestas»: «No me he sentido discriminada, pero, a veces, parecía que tenía que conquistar el mundo del cómic sólo por el hecho de ser mujer».

María Catalán, por su parte, muestra sus últimas piezas. Afincada en Eivissa desde principios de los 80, fue la asistente de Eduard Micus, circunstancia que siempre la ha perseguido. «Cuando Micus murió en 2000, me sentí desorientada, vacía», afirmó Catalán. Tres años después, volvió a pintar. «Micus ha sido una influencia muy significativa para mí, sobre todo en la manera de trabajar». Sin embargo, Catalán se diferencia en muchos aspectos de Micus, como en la creencia de que «el mundo se compone de muchos colores» y no «en blanco y negro», como el artista alemán. La exposición del Solleric, comisariada por Cristina Ros, es su primera individual en Mallorca.

Por último, el Espai Quatre inaugura Air Liquid, de Daniel Chust Peters. El autor propone cinco maquetas de su taller en las que el espectador debe intervenir y concluir la pieza. «Reflexiono sobre el espacio de producción del artista».