La aventura de Rafa Cortés empezó hace siete años. Tenía una idea y una concepción del cine que, cuando conoció a Àlex Brendemühl, se completó. Durante ese tiempo, se configuró el guión, se buscaron las localizaciones y los actores y se consiguió productora. El resultado es Yo, su ópera prima, premiada por la crítica en el Festival de Rotterdam y mención especial en el de Málaga.
-¿Se esperaba obtener los dos galardones?
-No lo pensé. Que nos aceptaran en Rotterdam con la película todavía sin terminar ya fue un premio. Se trata de un certamen poco mediático, pero el más prestigioso en cuando a óperas primas. También me sorprendió la mención de Málaga, un festival bastante conservador que nos proporcionará un altavoz a nivel nacional. Casi ha sido más interesante que nos otorgaran la mención que el premio en sí, sobre todo por el tipo de película que es Yo. Lo normal hubiera sido que pasara como un elemento variopinto encargado de darle color al certamen.
-Tras los dos premios, ¿cuál será el recorrido de Yo? ¿Ha conseguido distribución?
-Hemos conseguido un agente de ventas en París y más de 25 festivales de todo el mundo se han interesado en la cinta. Dentro de unos dos meses la estrenaremos a nivel nacional ya que estamos a punto de cerrar la distribución. No hemos vuelto a hacer ningún movimiento desde Rotterdam, han sido los festivales los que nos han venido a buscar.
-Málaga les reconoció por su «originalidad». ¿Considera la cinta una historia original?
-Se trata de una película atípica, poco convencional, que no se basa en otras historias. Su referencia es la vida, lo que nos pasa a las personas. Creo que es originaria de esta Isla, está hecha desde aquí, como no podía ser de otra forma. Nunca me planteé lo contrario.
-Se aleja de lo comercial.
-La originalidad es una consecuencia, no una voluntad comercial. Nos tildaron de poco comerciales, pero esto ya se verá cuando se estrene. Yo podría servir como incentivo a guionistas y productores que creen en estas historias. Existe cierta tendencia a tratar al público con un cierto paternalismo, se confía poco en su inteligencia. Películas como ésta luchan contra este planteamiento, totalmente erróneo.
-¿Dónde está el problema? ¿Por qué se opta por idiotizar más que por enseñar?
-El nivel de exigencia es muy bajo. Las historias se explican de forma ligera y el espectador las recibe de forma simplificada. Cuando tiene que sufrir, sufre y, cuando debe reír, ríe. No puede decidir, el cine ejerce como un tirano.
-Pero, ¿se puede cambiar esta dinámica?
-Si el nivel aumenta, el público se adapta y crece. El espectador es una persona inteligente, hay que darle la oportunidad de demostrarlo. No hablo de intelectuales, hablo de gente normal. Los cineastas tenemos una responsabilidad con ellos. En la mayoría de los casos, la distribución ejerce de barrera haciendo que grandes películas se queden en salas pequeñas y, otras, copen el resto. Sin embargo, hay que exigir que las grandes producciones estadounidenses que se exhiben en tres salas estén llenas siempre porque, si no, que el cine español no vende se convierte en una excusa.
n así, existe la creencia de que el cine español no cumple con los criterios de calidad.
-Es un trabajo que recae en nosotros como sector. Hay que apostar por nuestro cine, promocionarlo. Si se siguiera esta dinámica, todos conocerían a los actores y a los directores españoles. También nos falta un poco de orgullo, como público y como sector. Cada película es una historia y los diferentes elementos que la componen son los mismos. ¿Qué nos hace pensar que somos peores que el resto? Tenemos un gran nivel, falta que lo apreciemos.
-¿Hace cine de autor?
-La etiqueta de autor me da miedo porque se le ha dado una pátina extraña. Diría que Yo está dirigida por una persona con sus rarezas.
-Agustí Villaronga, Toni Aloy, Rafa Cortés... El cine balear tiene un sello característico que le diferencia del resto. ¿Influye nacer en una Isla?
-En Mallorca hay dificultades para grabar una película. A veces hay que salir fuera para rodar y puede que eso nos dé personalidad. Nuestra sociedad es el resultado de la mezcla de diferentes culturas, es rica en idiosincracias. Tal vez por eso surgen historias interesantes.
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