Josef Nadj y Miquel Barceló contemplan el mural cerámico al que se enfrentan. Foto: MIQUEL ÀNGEL CAÑELLAS

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LAURA MOYÀ

La pieza narra el proceso de creación del mural cerámico que recubre la Capella del Santíssim de la Seu y enfrenta a sus protagonistas a un material, el barro, contra el que luchan con cualquier parte de su cuerpo. Al final, la obra termina engullendo a sus creadores. Un mural de barro recubierto por una capa de arcilla blanca recibía al espectador. Estaba intacto hasta que Barceló y Nadj empezaron a golpearlo con los puños desde detrás.

Después, empezó la batalla. Azadas, palos, cuchillos de madera o palas eran las herramientas utilizadas para trabajar el material, que se iba transformando y cobraba vida. Los dedos, los codos, los pies o las manos, todo servía. Aparecían formas que más tarde desaparecían, se diluían y volvían en un constante juego creativo.

El clímax llegó cuando los dos artistas cubrieron sus rostros con vasijas e idearon formas de animales (un gallo, un cerdo o un caballo) que acabaron estampando en el mural. La música, cada vez más histriónica, marcaba el ritmo, que se aceleraba por momentos. Al final, el propio Nadj pasó a formar parte de la obra cuando Barceló empezó a moldear su figura humana mediante vasijas de arcilla fresca que lanzaba sobre el coreógrafo. La lucha llegaba a su fin y el mural terminaba tragándose a los dos artistas.