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LAURA MOYÀ

El dilema de ayer fue sencillo: ¿Qué es mejor para el Castell de Bellver, que el proyecto de lentilla textil desmontable para cubrirlo se haga con anclajes y, por tanto, se agujeree el edificio, o que el problema se solvente con sacos de arena que hagan el contrapeso necesario para que la estructura no caiga? Ramon Sastre, quien ha realizado el diseño encargado por Cort a la Universitat Politècnica de Barcelona, defendió, durante una visita a Bellver de los miembros de la Comissió de Centre Històric del Ajuntament y del departamento de Patrimoni Històric del CIM, su propuesta: «Queremos coser el castillo, no desmontarlo».

«La solución que proponemos ayuda al edificio. Hasta el momento no hemos hecho ningún agujero porque no contamos con la aprobación de Patrimoni Històric, pero si conseguimos el sí realizaremos una serie de pruebas para conocer el estado de la piedra», aseguraba Sastre. A veces, la piedra, en esta ocasión marés, está «vacía en su interior», caso que, si se diera, se solventaría «rellenándola» y «mejorando su estado». «Una vez hecho el análisis, decidiríamos qué tipo de anclaje pondríamos, es decir, cómo de largos deberían ser».

La visita de ayer al Castell de Bellver contó con la presencia por parte de la Comissió de Patrimoni Històric de María del Mar Gaita. De Centre Històric acudieron Jaume Gibert, presidente del Col·legi d'Aparelladors; Àlvaro Sanz, de Arca; Toni Mut, de la Societat Arqueològica Lul·liana; y Tomeu Sastre, cronista del Ajuntament. Más tarde llegaron el historiador Guillem Rossello Bordoy, la directora técnica de la Gerencia de Urbanismo, Lourdes Bosch; y Rogelio Araújo, concejal de Cultura de Cort.

La mayoría de los presentes se cuestionaba la idoneidad de la solución provisional adoptada a la espera de que se apruebe el proyecto. Los 32 anclajes se han sustituido por 36 sacos de 25 kilogramos cada uno, lo que hace que el muro de carga del castillo soporte unas 27 toneladas de peso. «¿Qué pasaría si los operarios dejaran unos cuantos sacos sobre la bóveda?», se preguntaba María del Mar Gaita. Para Ramon Sastre, «los efectos del peso sobre el muro no constituyen un problema».

Otros, como Tomeu Bestard, se interrogaban sobre la necesidad de cubrir el patio del Castell de Bellver, sobre todo teniendo en cuenta que la lentilla desmontable, que podría soportar vientos de hasta 140 kilómetros hora, sólo se utilizaría dos o tres veces al año.