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EMILI GENÉ

El tiempo ayudó. La ventolera destemplada nos empujaba como si fuésemos a escuchar una Sibil.la de medianoche. Algo de eso hubo. Por lo visto, y salvando todas las distancias iconográficas, eMisteri d'Elx y la maga de Mallorca son de la misma familia. Lingüística, por supuesto, pero también musical. Lo notamos sobre todo al principio, cuando los dos primeros cantos nos hundieron en un primitivismo vocálico casi oriental, en todo caso ajeno a nuestra sentido melódico basado en la tonalidad. Inicio pues, fuerte, como una iniciación a la fuerza en misterios que la tecnología se encargaba en todo caso de relativizar, convirtiéndolos en una experiencia asequible y hasta confortable. Las pantallas de alta resolución diseminadas estratégicamente nos devolvían a una identidad tan humana como es la de telespectadores. Se agradeció el detalle, que nos permitió seguir el acto litúrgico con cierta distensión y familiariedad, completadas con un excelente programa de mano que hacía las veces de guía turístico.

No está llena la Seu. Ni siquiera llenísima. Más bien, tomada al asalto, y público de repuesto agolpándose junto a los chiringuitos insólitos que regulaban la lista de espera: un dato para la reflexión. La gratuidad no es argumento suficiente para explicar una Catedral atiborrada quince minutos antes sin que asistiesen los Reyes. En realidad, se trataba de un concierto de música antigua que en otras circunstancias no hubiese atraído más de un centenar de melómanos eruditos. En fin, que volvió a obrarse el milagro: nuestra primera iglesia, a pesar de su acústica asardinada que sólo disfrutan las primeras filas, congrega multitudes. Se les había anunciado un rito medieval, con parafernalia teatral añadida: un regalo original para una fiesta de entrepuente con el que ir creando ambiente navideño.

Después de los niños con sus cantos desgarrados y nasales, llegaron los santos Juan y Pedro (buen barítono) con sendos recitativos, que dieron paso aTernario que ya nos sonaba a conocido: llegábamos a la polifonía renacentista. EMisteri es un galimatías de estilos y épocas (a los que se añade un órgano ajeno a todo, encargado de recrear música ambiental en las transiciones), aunque impera la renacentista, con amplias piezas corales que fueron interpretadas en formato casi de concierto, con el coro en semicírculo y el director coordinando el grupo, del que forman parte en el canto X los mismos judíos que se interponen en las pretensiones cristianas de monopolizar a la Virgen, hasta que son rápidamente convertidos: un detalle políticamente (religiosamente) incorrecto, como absurdo resulta ser la aparición tardía de Santo Tomás, retrasado a la cita porque llega de las Indias. Ingenuismos argumentales, en todo caso, que se diluyen en la solemnidad de una representación impactante, procesión incluida. Y eso que faltó eAraceli aéreo que escenifica la ascensión. A cambio, imágenes grabadas suplían estos momentos de apoteosis, compensados por una gozosa iluminación final de toda la Seu. Al salir, a merced del viento prenavideño, repicaban las campanas.