La cantante de Cabo Verde por la mañana durante la presentación. Fotos: PERE BOTA/JAUME MOREY

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LAURA MOYÀ

«No me siento la embajadora de Cabo Verde. Soy la diva de los pies descalzos y un aguardiente viejo porque mi voz, como este licor, mejora con los años». Así se definía ayer por la mañana la cantante Cesarea Evora horas antes de su actuación en las Noches Mediterráneas de Costa Nord, donde presentó su último trabajo discográfico, «Rogamar». «Sí he transmitido la música de mi país al mundo, un orgullo para mí».

Su nuevo álbum está dedicado al mar, a ese mar que hace que «los inmigrantes entren y salgan», esa «fuente de alimentación y de inspiración». «Lo es todo». El disco cuenta con la colaboración de numerosos compositores, desde autores africanos hasta brasileños y franceses. «Opto por interpretar una canción u otra cuando la letra me dice algo, cuando me llega al alma». Esa mezcla de procedencias y de instrumentos «se asemeja bastante». «La manera de vivir es un componente de la música y, tanto africanos como latinoamericanos, nos parecemos en la forma como afrontamos la vida». El blues y el fado son «primos más que hermanos» de la morna, la canción tradicional caboverdiana surgida de la mezcla de los ritmos africanos que llevaron los esclavos a esas islas y del fado portugués, porque «tratan los mismos temas, como el sufrimiento o la nostalgia». Respecto a los ritmos cubanos y brasileños, se asemejan con la morna «en todo lo que se refiere a la comida, los instrumentos y en cómo se entiende la existencia».

Cesarea Evora ha ganado numerosos premios a lo largo de su extensa carrera. «Estuve nominada cinco veces a los Grammy y, a la sexta, me dieron el galardón». Un reconocimiento que tiene un valor especial para la cantante porque «creo que mi música gusta en Estados Unidos». «He tenido mucha suerte».

Como buena caboverdiana, Evora siente la famosa saudade (nostalgia) cuando está fuera de su isla. Afirma haber disminuido el tiempo que pasa alejada de su tierra, «antes, mis giras duraban entre cuatro y cinco meses y, ahora, las he acortado», aunque nunca se siente demasiado lejos porque siempre mantiene el contacto con su familia. «Les llamo cada día, no pierdo el contacto». A sus 64 años, la cantante asegura «no tener ganas de parar» y no saber cuándo pondrá «punto y final». Ahora, estará dos años sin publicar nuevo disco, pero no le preocupa la ausencia. «Mi música gusta al público, aunque no entiendan mis letras. Sí sienten lo que quiero decir».