Imagen promocional de Marina Rosell.

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La cantautora Marina Rosell acaba de marcarse con «Nadal» una colección de adaptaciones de doce canciones tradicionales navideñas, otro sorprendente hito en su trayectoria profesional, que ahora cumple ya veinticinco años. Como conmemoración de éstas, sus bodas de plata, la cantante ya sacó a la luz en 2003 un álbum, «Marítim», en el que grabó algunas de las canciones que siempre han formado parte de su repertorio. El martes las presentará de nuevo, en directo, a partir de las 21.00 horas, en el Auditori Sa Màniga de Cala Millor.

-«Nadal» puede parecer circunstancial, pero no lo es, ¿no?
-Efectivamente, llevo elaborándolo desde hace un año y le estoy muy agradecida, porque ha tenido muy buenas críticas. En él, hemos renovado las canciones de siempre de Navidad.

-¿Presentará alguna de estas piezas en Sa Màniga?
-Claro, sobre todo una de Mallorca, «No, ni, no».

-¿Y el resto del repertorio?
-Voy a cantar las mejores canciones de todos mis discos, un recorrido por lo esencial de mis veinticinco años de profesión. Para ello, estaré acompañada de Mauricio Villavechia al piano y acordeón; y Eduardo Iniesta, que toca todo un abanico de instrumentos del Mediterráneo.

-¿Cómo se sobrevive veinticinco años en esta industria?
-Tengo la suerte de estar en una discográfica francesa, Harmonia Mundi, que distribuye mis discos en muchos puntos del planeta: Nueva York, Canadá, Bruselas, Berlín... Esto me da mucha expansión. Además, yo tengo la conciencia clara de que hay una industria que ha mercantilizado la música y, sin embargo, todavía hay una parte de este negocio que mantiene una gran dosis de artesanía. Yo estoy en este camino: manchándome las manos con mis canciones y no trabajando en un laboratorio, pensando que es lo que la gente se bajará de Internet.

-¿Y qué importancia tienen las colaboraciones, siempre presentes en sus discos, con esta metodología artesana?
-Esta es la cosa más atractiva que tiene la carrera musical, poder juntar diferentes disciplinas en un mismo proyecto. Colaborar con Santiago Auserón, que viene del pop de Radio Futura, o Miquel Poveda y sus raíces flamencas es algo que a mi me estimula. Son pinceladas de color que no desvirtúan ni lo que ellos hacen ni lo que hago yo, pero sin embargo nos encontramos en un camino común que es el de la celebración de la amistad y la plasmación, a través de ella, de algo artístico.

-Usted ha sido alabada por su modélica recuperación del cancionero tradicional catalán...
-Se trata de buscar la propia tradición y reflescarla. No hay una pretensión academicista. El interés no es el de otorgarle solemnidad pero tampoco trivialidad.

-¿Tienen algo que ver en todo esto sus orígenes rurales?
-El haber nacido en un pueblo payes, un lugar pequeño entre la montaña y el mar donde se celebraban todas las fiestas de la naturaleza, cada una de ellas con sus propias canciones supone que, sin ningún esfuerzo ni impostación, tenga un bagaje aprendido que marca mi profesión.

-Por último, como persona comprometida que lleva su música allá donde hay conflicto, ¿qué le diría al Primer Mundo?
-Que tenemos que ser más generosos con nuestro entorno. Nosotros estamos en una parte del mundo en la que podemos morir de una sobredosis de abundancia y hay que ser consciente de que esta situación abarca a un sector ínfimo de la población mundial. Utilizaría una frase de San Agustín y que he incluido en mi último disco: ama y haz lo que quieras.