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Nunca antes se había enfrentado a uno de los personajes más famosos de la historia del teatro y el más conocido de Fernando de Rojas. Decía que no le gustaba, que no le atraía. Sin embargo, su afán por trabajar con Robert Lepage le hizo cambiar de opinión. Nuria Espert es ahora «La Celestina» y se siente «muy feliz». La obra podrá verse en el Auditòrium los días 21 y 22 de enero.

-¿Por qué ha decidido ahora transformarse en «La Celestina»?
-Porque me apetecía mucho trabajar con Lepage, uno de los mejores directores del mundo. Éste fue el título que nos apetecía hacer a los dos. Si hubiera tenido que escoger sola qué personaje llevar a cabo no hubiera elegido éste porque lo he visto muchas veces y creía que no se trataba de un papel para mí. Ahora soy muy feliz. Es el papel más bonito que he hecho durante mi vida.

-El Teatro Nacional de Londres le propuso trabajar en «La Celestina» hace unos años pero rechazó el proyecto.
-Primero dije que sí pero después cambié de opinión. Estoy convencida de que acerté de pleno. Estaba predestinada a trabajar en esta Celestina en concreto.

-Usted ha asegurado que se trata de una ruptura en su carrera.
-Sí. Es un papel completamente diferente a los que estaba acostumbrada a hacer. Vengo de hacer unas heroínas maravillosas como María Callas o Medea. Este personaje tan complejo, tan divertido, tan sabio, es opuesto a lo que siempre he hecho. Por eso estoy tan contenta y por eso ha levantado tanta expectación.

-¿No considera a «La Celestina» como una heroína diferente?
-Es muy oscura. Se trata de una pobre mujer muy sabia pero sin dinero, miserable. Alguien puede verla como una heroína pero yo no. Para mí es una superviviente, una mujer con una fortaleza extraordinaria que ha tenido una existencia dura y que ha conservado toda su sensualidad, las ganas de vivir y el respeto por el amor de los otros. Sobrevive haciendo los pocos trabajos que le dejan hacer, sin instrucciones.

-¿En qué se diferencia este montaje del resto?
-Mucho. Los decorados son inesperados, muy sorprendentes. Es un montaje muy mágico, con momentos repletos de poesía. También hay un realismo vital muy fuerte que no había visto en otras producciones.

-¿Cuál es a huella de Lepage?
-El director canadiense ha encontrado la originalidad porque ha mirado la obra de una forma diferente. Procede de otra cultura, lo que le permite no tener todos los prejuicios que tenemos, esos prejuicios que incluso he vivido yo porque sé demasiadas cosas sobre la historia. Lepage llega con una mirada más libre y con un gran amor al texto. Quería encontrar lo que está en el libro pero que no sale: nuestra raza, nuestra manera de movernos y de hablar, nuestra fuerza.

-¿Por qué cree que se han creado estos prejuicios?
-Porque los dos amantes siempre se han presentado como si fueran Romeo y Julieta cuando nada tienen que ver con los amantes de Verona. Son unos amantes con una sexualidad muy fuerte. Está escrito de esta manera pero nunca se ha presentado así.

-Robert Lepage intentaba mostrar con la obra el caos que se vive hoy. ¿«La Celestina» es una historia actual?
-El texto es muy actual. Todas las situaciones de lujuria, avaricia o celos están sobre el escenario y la gente ríe con ellas porque parecen escritas ese mismo día.