El último número del suplemento semanal «La luna de Metrópoli»,
que se publica cada viernes con el periódico «El Mundo», se hace
eco en un amplio reportaje de la exposición «Picasso. Cerámicas»
que acoge el Círculo de Bellas Artes de Madrid hasta el próximo 12
de septiembre.
Bajo el título «La vajilla de Picasso», la redactora Almudena
Baeza explica detalladamente el contenido de la muestra que «reune
una variada selección de piezas que pertenecen a la Col·lecció
Serra y a Es Baluard Museu d'Art Modern i Contemporani de Palma».
Afirma que en esta muestra «se puede disfrutar de fuentes y platos,
algunos decorados por ambas caras, y de vasos y jarras torneadas
sobre las que Picasso ha realizado modificaciones en cuellos y asas
para simular formas antropomórficas».
Genio es el calificativo que utiliza la redactora para definir
el sentimiento que despierta la visión de la colección, que
aglutina una serie de piezas del período 1947-1954 que «rebosan
armonía, plenitud y felicidad» y «a las que el dibujante compulsivo
que habita en él -refiriéndose a Picasso- aflora con espectacular
libertad, ya que cada marca que hace a una pieza de alfarería antes
de ser cocida queda ahí para siempre. No se puede retocar ni
insistir más sobre ella».
El artículo, que se inicia explicando cómo el pintor malagueño
encontró en la cerámica «un campo inexplorado hasta entonces en el
que tendría lugar no sólo la ruptura con la obra única, sino
también el divorcio de las ataduras estéticas a las que estaban
sometidos los objetos extraídos de los hornos», señala que la
exploración de los recursos de esta nueva técnica descubrió a
Picasso «un campo afín a su temperamento». El artista «una vez más,
revolucionó y trastocó las tradiciones», señala el texto.
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