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EFE - CANNES
Nicole Kidman, protagonista de «Dogville», que ayer estrenó el director danés Lars von Trier en el Festival de Cannes, aseguró que la clave de su trabajo es «confiar en los realizadores». La cinta es considerada como una de las más radicales de las veinte que compiten por la Palma de Oro 2003, entre otras razones por haber sido rodada en un espacio cerrado sin apenas decorado, lo que es habitual en el teatro pero no en cine.

La actriz dijo haberse «sentido un poco extraña», al principio del rodaje, al ver que «sólo había la silueta del perro dibujada en el suelo». «Pero Lars me animaba y me decía que funcionaría». El director confirmó haber escrito el guión para ella, tras leer en una entrevista su deseo de trabajar bajo su dirección. En el filme interpreta a Grace, una joven y bella mujer que, huyendo de la mafia, va a parar a un pueblo aislado entre montañas, cuyos habitantes la protegen a cambio de ciertos servicios, cada vez más exigentes. Respecto a la visión de Estados Unidos que plantea en su cinta, que transcurre en plena depresión económica de los años 30, el cineasta aseguró «sentirse estadounidense», pese a no haber visitado nunca el país. Agregó que tenía suficientes informaciones a través de las imágenes que le llegaban, algunas de las cuales muestra al final. «No soy antiestadounidense porque tengo el sentimiento de ser estadounidense» y, consideró, al igual que se ha lanzado una campaña «para liberar Irak, habría que lanzar una campaña para liberar Estados Unidos». «Las imágenes que recibo me dan ganas de ir a ese país, pero no voy porque creo que los Estados Unidos no son como deberían ser», matizó.

La otra cinta que compitió hoy en la sección oficial fue la brasileña «Carandiru», del argentino Héctor Babenco, un convencional largometraje de dos horas y media que denuncia las dramáticas condiciones en que vivían los presos de la cárcel de Sao Paulo con el mismo nombre ya desmantelada.