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El Casal Solleric inaugura esta tarde una retrospectiva de pintura, dibujo y escultura de Luis Maraver con obras de 1985 a 2003, un artista que en la presentación de la muestra aseguró: «Cuando pinto me siento libre». Comisariada por Maria José Corominas, la exposición recorre distintas facetas de la trayectoria de un pintor «autodidacta» que procede de la Andalucía «seca por el que sol que quema», imágenes de su infancia «siempre presentes en su memoria» que contrastan con los grandes lienzos de paisajes urbanos, de edificios representados con minuciosidad cubiertos por cielos cargados de nubes. «Siempre he vivido contrastes», comenta el artista. «Salí de Doñana para ir a Nueva York».

Corominas quiso destacar la «evolución» que ha experimentado la obra de Maraver «desde que nos conocimos, a finales de los ochenta». «Entonces pensaba que era un pintor al que le faltaba nervio, que no acababa de lanzarse, tenía pudor en librarse de muchas cosas, en dejarse llevar por la tela y el color». Tanto Corominas como el propio Maraver hablan de «metáfora e ironía» en su pintura que «seguramente», dice él, significa «una mirada crítica frente al mundo».

Dos aspectos caracterizan el contenido de la muestra: sus paisajes urbanos y su interpretación de la berlinesa puerta de Bradenburgo. La comisaria aconseja «mirar los cuadros con detenimiento» porque entre los inmuebles que pueblan sus telas urbanas se pueden hallar muchos guiños. Maraver, explica Corominas, «sabe crear importantes metalenguajes cuando interrelaciona el paisaje urbano moderno con elementos y arquitecturas neoclásicas».