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ROCIO AYUSO - LOS ANGELES
La celebración de los Oscar estaba en peligro por la guerra, pero se convirtió en un canto a la paz que no pudieron acallar ni las severas medidas de seguridad, ni los cortes informativos para recordar el fragor de la batalla en Irak ni los intentos de control por parte de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. «¿Por qué hemos venido a la ceremonia cuando el mundo está tan agitado? Porque el arte es importante», recordó Nicole Kidman con el Oscar en la mano. Adrien Brody consiguió saltarse los 45 segundos que se daba a los ganadores para hablar y habló emocionadamente en contra de la guerra. «No tenía dudas en cuanto a venir. Lo único que es difícil es celebrar algo cuando hay tanta tristeza y conflicto con la guerra», dijo este intérprete, que no sólo consiguió acallar a la orquesta con su discurso en favor de la paz -«ya creas en Dios o en Alá»-, sino que puso a la sala en pie de la emoción.

Una reacción similar, aunque con aplausos y abucheo, provocó el documentalista Michael Moore , ganador al mejor documental por «Bowling for Columbine», película centrada en la matanza en una escuela y en el uso de armas en Estados Unidos, que arengó a los presentes en contra del Gobierno estadounidense. «La ficción es que Sadam Husein nos vaya a matar. La realidad es que estamos allí porque tienen la segunda fuente más importante de petróleo en el mundo», comentó el realizador, que con sus palabras con las que atacó a las grandes corporaciones, al Gobierno y a los medios de comunicación soliviantó a unos cuantos presentes en la sala.

En medio de esta concienciación política, mostrada también de forma más silenciosa en el gesto por la paz hecho por Susan Sarandon o en las insignias que llevaban estrellas como Meryl Streep, Brendan Fraser, Chris Cooper, Kathy Bates, Richard Gere o el propio Roger Moore o Almodóvar, los premios parecieron pasar a un segundo plano.