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Luchadora, vital, «tozuda», con sentido de la ironía y del humor. Así vemos a Susy Gómez, artista nacida en Pollença, -un paisaje siempre presente en su obra-, que ha vuelto a casa. El próximo día 19 inaugura una muestra individual en el Kanal.be de Bruselas -con su galerista italiano Giorgio Persano-; muy pronto expondrá en la galería Horrach Moyà, en Palma, y mostrará su trabajo en varios museos europeos.

-Ha hecho una carrera internacional desde fuera de la Isla, sin embargo, su mundo, Pollença, son parte de su obra.

-La individual que me situó en el debate artístico fue la que hice en el Espai 13 de la Fundació Miró de Barcelona y la colectiva, «Mudanzas», en la Whithechapel Gallery de Londres. El primer paisaje que conocí ha condicionado de una forma natural la manera de moverme mentalmente, allí aprendí que un paisaje no te indica cómo moverte en él, eso lo decides tú. A Mallorca no le exijo nada profesionalmente. Mallorca es mi tierra natal y punto.

-Tras vivir fuera ha regresado a casa, expondrá en Horrach Moyà e irá a la Feria de México con esta galería. ¿Intensificará el contacto profesional con su tierra?

-Mi casa se mueve conmigo, soy de donde estoy. Mi obra se podrá ver en la galería Horrach Moyà, que cuenta una trayectoria sobradamente radical y atípica como para seducirme, nada más.

-En 1996 expuso en la Fundació Pilar i Joan Miró; hace dos veranos, en el Convent de Pollença, pero aún no ha hecho una gran individual en un espacio institucional mallorquín.

-«Maldito Corazón», en 1996, no tuvo muy buen recibimiento por parte de la crítica local, me atacaron, incluso, personalmente, fue muy decepcionante; sin embargo, en su itinerancia al Museo de Arte Contemporáneo de Niza recibió una mirada más abierta y alejada de ciertos tics locales que me estimularon muchísimo. Si aquí no me ofrecen esa individual de la que usted habla será porque no les interesa. Por otra parte, tampoco hay grandes espacios institucionales con una trayectoria sólida, sino más bien con grandes altibajos en sus propuestas. De todas formas los espacios no me atraen sólo por su importancia dentro del circuito del arte y en Mallorca contamos con algunos bellísimos y sugerentes como la Lonja. En este momento trabajo en un proyecto itinerante por varios museos europeos.

-En los noventa fue una artista muy mediática, muy presente. ¿No le dio miedo?

-Los medios son irrelevantes en el proceso creativo, otra cosa son las estrategias artísticas. Cuando de repente, y sin ninguna razón aparente, rechazo las normas entro, a pesar del miedo que siento, en un mundo de seducción infinita. El miedo siempre ha sido un buen aliado a la hora de medir mis pasos, es la brújula cuando entiendes el conocimiento como aventura.

-Flores, mar, mujer, cuerpo, rojo, corazones, ojo, barcas. ¿De dónde surgen estas constantes en su obra?

-La constante de mi obra no son los elementos tomados casi literalmente de la vida, sino la mirada que se deposita en ellos, la mirada a nuestro alrededor como una opción crítica del mundo, de un yo que se resiste a mostrarse si no es a través de la mirada del espectador. La costante surge del a priori de que toda obra de arte es una acción política; en arte lo subversivo es poner la mirada del revés, darle la vuelta al guante.

-¿Por qué esa presencia, siempre, del cuerpo de la mujer, el suyo o el de otras, en sus vídeos, fotos, dibujos? ¿Es la mujer o, más amplio, el ser humano?

-Responde a distintas intencionalidades según el soporte que utilice. En los vídeos se trata de un diálogo que establezco con mi obra y en los dibujos el soporte soy yo misma; en las fotografías, en cambio, utilizo una imagen lo suficientemente estereotipada de la mujer para hablar de ciertos paralelismos de estrategias de seducción. Y poner en cuestión las fronteras interdisciplinares, así como poner en relieve la posibilidad del lenguaje de reinventarse costantemente, de que todo se mueve constantemente. El arte como una ola.

-Su mirada es crítica, pero no beligerante. Hable de su posición respecto al mundo, al arte.

-La idea del artista 'social' me parece un snobismo vacío y oportunista, ser marginal es nacer en Calcuta. Una parte de la crítica y del comisariado son muy dados a dar definiciones que me parecen estériles, como si quisieran ofrecernos la realidad masticada, adjetivizar la práctica artística y, en ocasiones, tienden a justificarla. El arte ha hecho un largo recorrido para librarse de todo eso. Las soluciones globales y las verdades estéticas intelectualmente me aburren y creativamente son poco excitantes. Prefiero moverme a pie. En el arte, como en la vida, siempre radical, nunca consecuente. Evidentemente, mi compromiso no se mide a golpe de telediario.

-Es una artista multidisciplinar, pero la pintura, el dibujo, están en sus fotografías, papeles, el oro de sus esculturas...

-La pintura como concepto de inmersión total en una realidad; el dibujo es la parte más mental de mi trabajo y, en ocasiones, confesional o curativo.

-¿Por qué sus exposiciones son como escenografías?

-No entiendo la instalación como un género artístico autónomo, sino como un dispositivo organizador. Paisajes mentales, espacios transitables como si pudiéramos transitar una palabra, una idea, un humor, una declaración de principios. Me interesa el acto expositivo como parte del acto creativo, una forma de intimar con el espectador, un lugar hecho de residuos, de procesos mentales.

-Sus sugerentes títulos; sus escritos en las paredes, su poética. ¿Necesita la palabra?

-Las palabras las uso como uso seda, papel o hierro.

-¿Mantiene viva su parte de niña, esa que todos llevamos dentro y algunos matan?

-Yo pienso que sí, soy como soy, dejo que las cosas ocurran; retrospectivamente veo que la intención y dirección de mis actos es hacer las cosas porque no puedo evitar hacerlas, no son una elección, no tengo el poder de decisión, surgen de una mera necesidad psicológica, de una afirmación de posturas vitales con la voluntad de crear puentes hacia los demás, una oscilación entre los distintos modos y géneros, plantarse ante las cosas como si fuera siempre la primera vez, donde demasiado nunca es suficiente. Mi trabajo nace de la voluntad de crear un lugar para la duda donde poder ser infiel a las propuestas más firmes, un punto cero, un presente esquivo, confuso y contradictorio, donde todo se mueve constantemente. Quizás esta forma de ser responde a cómo uno deposita su primera mirada sobre el mundo, pero eso no me preocupa. Lo que importa es el aquí y ahora, eso es el fruto de una tensión máxima entre nuestra memoria y la intensidad de nuestro deseos.