Las autoridades acudieron a la presentación de la XIV Setmana del Llibre en Català. Fotos: JAUME MOREY

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Rosana Esteve llevaba bajo su brazo dos poemarios, «L'aigua» y «Les flores», repletos de los grandes nombres de la literatura catalana. «Me gusta todo, pero tengo especial predilección por los versos». Esteve acudió a la inauguración de la XIV Setmana del Llibre en Català porque «hay menos gente y se pueden buscar títulos tranquilamente». Y, también, aprovechó para escuchar el pregón que, este año, recayó en Jaume Arnella y que, en vez de recitado, fue cantado.

«No es fácil mantener tanto tiempo una actividad de este calibre», comentó Francesc Moll, del Gremi de Llibreters. Para Joan Melià, director de Política Lingüística del Govern, también hay que alabar el poder tener «una librería inmensa». «Se trata de una manera de que todos los consumidores de libros en catalán puedan encontrar material». Como David Pujol, un estudiante de filología catalana que aprovechó la inauguración para buscar «títulos imposibles de hallar el resto del año». «Soy un habitual». Tendrá 20.000 títulos donde escoger.

«Después de 14 años, la Fira del Llibre está consolidada», afirmó Maria Antònia Vadell, consellera de Cultura del CIM. Vadell quiso plantear una solución al «mal endémico que provoca la insularidad». «Las instituciones deben colaborar con los diferentes sectores que coordinan la aparición de un libro». De esta manera, se incentivará la lectura. «Siempre que puedo, leo en catalán», afirmó Lídia. La joven recorrió todas las mesas buscando algún texto interesante entre «la gran exposición de libros», una muestra en la que «perderse» por completo. «Hay que tener tiempo».

En esta ocasión, el pregón combinó el humor con la música. Arnella explicó la historia del papel, desde «el pergamino hasta el higiénico». Después, pasó a narrar la historia del libro. «Aunque no se lean, los libros son buenos». Terminó sus romances con una crítica al discurso que el Rey hizo durante la entrega de los Premios Cervantes donde «el monarca aseguró que el castellano nunca se ha impuesto». «Se puede hablar contra Dios pero nunca contra el Monarca» y «mande quien mande, la verdad siempre es la verdad» fue la respuesta de Arnella.