Miquel Batllori recibe la Medalla de Oro de Balears de manos de Jaume Matas, en 1998.

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EFE/M.D.
El sacerdote jesuita y escritor Miquel Batllori i Munné falleció ayer en la residencia Centro Borja de Sant Cugat del Vallés (Barcelona) a los 93 años. La capilla ardiente se instalará en dicho centro, en cuyo cementerio será enterrado. Mañana se celebrará un funeral en la parroquia de Sant Pere de Sant Cugat.

El fallecido deja un legado de investigación histórica único en Europa, con estudios sobre la Europa medieval, la Corona de Aragón, la América colonial y los Borgia. Jesuita, historiador, humanista, escritor, académico numerario de la Real Academia de la Historia y profesor numerario de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, reunió las más altas distinciones que ningún otro historiador español como el premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales (1995), los Nacionales de Historia (1988) y de Letras (2001) y en mayo del pasado año fue investido doctor honoris causa por once universidades españolas de la red Joan Lluis Vives en la Basílica de Santa María del Mar de Barcelona, donde estuvo Llorenç Huguet, rector de la UIB.

En aquel acto, su padrino, Martí de Riquer, recordó que «el Reino de Mallorca debe al padre Batllori sus estudios reveladores sobre Ramon Llull, y Valencia, sus estudios sobre la figura de Joan Lluis Vives y de la familia Borgia. El padre Batllori, nacido en Barcelona en 1909, y licenciado en Filosofía y Letras en 1928, ingresó en la Compañía de Jesús un año después. Activo hasta su muerte, en los últimos meses trabajaba en el «Diplomatario borgiano», cuyo primer volumen apareció el pasado año. Americanista e hispanista, su curiosidad intelectual le llevó a estudiar temas que van desde el medievalismo (Ramón Llull, Arnau de Vilanova) a la época contemporánea (Vidal i Barraquer) y a escribir casi mil publicaciones.

Entre sus libros destacan: «Francisco Gustá, apologista y crítico» (1942); «Arnau de Vilanova» (dos tomos, 1947); «Vuit segles de cultura catalana a Europa» (1959); «Alejandro VI y la Casa Real de Aragón» (1958); «Gracián y el Barroco» (1958); «Ramón Llull en el mon del seu temps» (1960); «Balmes i Casanovas» (1959); «II pensiero della Rinascenza in Spagnae Portogallo» (1964); «Baltasar Gracián en su vida y en sus obras» (1969); «Galería de personatges de Benedetto Croce a Jaume Vicens Vives» (1965); «Del Descubrimiento a la independencia. Estudios sobre Iberoamérica y Filipinas» (1979); o «Iglesia y sociedad en la Catalunya del siglo XVIII» (1990).

Tras conocer su muerte, Damià Pons, conseller de Cultura del CIM, dijo de este «decano» de la cultura que con su desaparición se fue «uno de los grandes sabios de Europa de la segunda mitad de siglo», fue el último «enciclopedista, que destacaba por su rigor y aportación documental», y también como intelectual «polifacético». Para el rector Llorenç Huguet su pérdida significa «un profundo dolor porque estuvo muy relacionado con la UIB», de la que era honoris causa. Según Pere Muñoz, director general de Cultura del Govern, fue un «prohombre de la cultura catalana».