Fachada del cine Augusta, una de las obras del arquitecto.

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L.MOYÀ/P.GIMÉNEZ
Una persona amable, educada y cordial y todo un caballero. Así definen amigos, compañeros y personalidades de diversos ámbitos a Antonio García-Ruiz, presidente de la Reial Acadèmia de Belles Arts de Sant Sebastià, fallecido el pasado jueves. El arquitecto era un gran aficionado al arte y tenía una importante colección de cerámica antigua. El funeral por su alma se celebrará el lunes a las 20.00 horas en la iglesia de Sant Jaume de Palma.

«Es una gran pérdida, será difícil encontrar un presidente como él», aseguró Rafel Perelló Paradelo, secretario de la academia. Para Perelló, García-Ruiz no fue un presidente «presidencialista» porque «escuchaba a todo el mundo». «Supo rejuvenecer la institución, abriéndola a jóvenes en el cénit de su carrera». Para Jaume Mir, escultor y académico, el arquitecto quiso, con esta medida, «impulsar la academia» y llenarla de «vitalidad». Mir quiso destacar su colaboración con García-Ruiz en su primer monumento público, el situado en la plaza Cardenal Reig, y, también, la afición del presidente de la academia por la pintura. «Fue un gran acuarelista».

Sus compañeros de la Reial Acadèmia quisieron recordar su vertiente como persona, como profesional y como presidente. «Tenía una gran calidad humana y era un hombre cálido y muy elegante en el sentido de trato personal», afirmó Caty Juan de Corra. El padre Gabriel Llompart destacó su «gran cultura» y su profesionalidad, dejando «una obra muy buena en Palma». Josep Coll Bardolet definió el fallecimiento de García-Ruiz como «un trauma». «A pesar de saber que estaba enfermo, ha sido una sorpresa desagradable y triste». Bardolet alabó el «sentido del deber» del arquitecto y que se trataba de «una persona de paz y alta dignidad». «Era un hombre que se preocupaba mucho por la Academia», dijo el compositor Josep Prohens.

Según el pintor Joan Bennàssar, «García-Ruiz daba prestigio a la Academia». «Amaba Mallorca y, sobre todo, Palma, su persona dejará huella». Su «profesionalidad como arquitecto» y su capacidad para complementarla con «una gran bondad» son las características que valoró el compositor Bernat Julià.