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Tuvo que colarse un duende, porque, de otro modo, resulta muy difícil explicar lo sucedido en la cena de los Premis Ciutat de Palma, que se preveía un bálsamo tras la frustrada revetlla. Un par de desafortunados incidentes y cierta falta de coordinación restaron brillo a la última edición de la gala con la que se despedían Joan Fageda y la actual corporación municipal.

Fue una pena porque, lejos ya la sombra de la arruixada, y con la cordialidad pre electoral que suscita la presencia de las cámaras, en la Escola d'Hosteleria se respiraban agradables aires de fiesta, potenciados por la presencia de tres mallorquines entre los ganadores, la escritora Neus Canyelles; el artista Rafael Perelló y el arquitecto Tono Vila. La novelista, colaboradora de Ultima Hora, que ha escrito una historia de amor imposible y eterno, inicia una carrera plagada de éxitos a la zaga de la de Maria de la Pau Janer. Con tres libros, Canyelles ya acumula dos premios, el palmesano y el Bearn de narrativa. Son los triunfos de nuestras mujeres de letras.

La gala comenzó con retraso porque había unos invitados de excepción que llegaron tarde, los presidentes de los Parlamentos autonómicos. Y, nobleza obliga, las autoridades les esperaron pacientemente. Por ello resultó larga y los invitados, cuando creyeron que el alcalde la daba por cerrada, se levantaron para irse a casa. Craso error el de los desinformados asistentes porque la fiesta aún continuaba con la actuación de Joan Bibiloni, Toni Cuenca y Tolo Servera, tres veteranos de la música que, al salir al escenario se dieron de bruces con un gentío puesto en pie e iniciando las despedidas. Pero no fue el público el culpable, sino la organización y un guión en función de la retransmisión televisiva y la grabación del evento, cuyo desarrollo queda supeditado a las necesidades de la 2 de TVE. Anteayer noche, los sorprendidos telespectadores del programa de José Luis Garci se quedaron de piedra cuando disfrutaban de un clásico de los años setenta, «Cowboy de medianoche». La emisión de la película fue interrumpida para dar a conocer lo que sucedía en la Escola d'Hosteleria y se perdieron un cuarto de hora de la trágica historia. Un susto del que aún no se han recuperado, como les sucedió a Bibiloni, Cuenca y Servera, tres grandes profesionales que no se amilanaron y tocaron a pesar del run run reinante. Si Pere Muñoz hubiera respondido a mi invitación, -le saqué a bailar-, me hubiera marcado unos pasos. Prudente, el candidato a Cort no quería protagonizar una fiesta que, de momento, no es la suya.

El malentendido respecto a la actuación no hubiera existido si en la tarjeta del menú se especificaran las actuaciones, elegidas con exquisito gusto. Las voces de la Capella Mallorquina y el calor de las guitarras de Bibiloni & Company sonaron muy bien.

Entregados los galardones, el alcalde llamó al personal de la Escola d'Hosteleria para la tradicional foto de familia con la que, en los últimos años, se cerraba el acto. A partir de aquí, tras los merecidos aplausos a cocineros y camareros, el respetable dio por cumplida su misión. También habría resultado de lo más conveniente que los presentadores, Raimon Jaume y Kika Ramis, hubieran presentado para el público de la sala, y no sólo para el televidente.

En la relación de incidentes, no queremos olvidar otra actuación, la de Maria José Corominas, comisaria de exposiciones, que ejerció su derecho a la libertad de expresión insultando a un miembro del jurado, Maria Llüisa Borràs. Fue la opinión general recogida en la sala, tanto de derechas, centro, como de izquierdas, que no eran el momento y el lugar más apropiados para aquellos gritos de «venuda, venuda» que vertió sobre su colega de profesión cuando subió al desangelado escenario para relatar los méritos del artista ganador.

Al comenzar el alboroto nos temimos lo peor, la presencia de un «arruixero» infiltrado que, animado por los caldos de la cena, daba rienda suelta a sus instintos contestatarios. Hubiera sido un feo imperdonable en la despedida del alcalde quien, con su galanura habitual y su maestría política, había asumido las críticas de aquellos ciudadanos que se le revelaron hace dos años. Lo hizo tras echarles una reprimenda, que para eso tiene mando. Quienes aspiran a sucederle, excepto Grosske, ausente por decisión propia, cavilaban qué harán si empuñan el bastón municipal. Nosotros se lo contaremos a ustedes en su día.