Hace más de 30 años que Miquel Capó se interesó por la creación artística.

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MACIÀ COLL
Miquel Capó ha expuesto sus últimas creaciones pictóricas y escultóricas en la Sala Centenari de la Unió d'Antics Alumnes Salesians. Dedicado a la profesión de la bisutería des de los 13 años, hace ya más de 30 que se interesó por el mundo de la creación artística ganando en 1970 y 1974 la medalla al mérito en el Saló de primavera del Ateneu de Maó, así como el primer premio de cartells de Sant Joan de 1991.

Con un total de 24 pinturas y 31 esculturas, Capó mostró en sus esculturas la figura humana, generalmente femenina y, en sus pinturas, imágenes del núcleo histórico de Ciutadella, bodegones florales y algunos ejercicios más abstractos. Pero a Capó no le interesa la temática de sus obras, sino que su interés recae por completo en la inovación técnica o como dice, en «mostrar maneras y sistemas para poder crear las obras». Aplica sus conocimientos de bisutería mezclando diferentes materiales como el cemento o la arcilla con otros menos convencionales como el peltre o el zinc. Además, introduce materiales de desecho tales como como una raqueta de tenis, la malla metálica de un altavoz o unas simples antenas de radiocassete que son utilizados sobretodo para realizar las bases de sus esculturas.

Posteriormente, pasa a pintar sus esculturas con pintura acrílica y purpurina dando lugar a diferentes efectos de color que se mezclan con los efectos de tan curiosos materiales.

Capó afirma que empieza sus esculturas sin haber pensado en el tema, sino que se lanza a la aventura sin pensar en la creación acabada. Si el resultado técnico final es satisfactório, repite y lo adapta a sus nuevas creaciones. Aparte de este proceso de investigación y búsqueda de nuevas técnicas, lo único que que le interesa a Capó de sus obras es lo únicamente estético.

Sus obras, dice, no tienen significado para él, son lo que son por puro sentido estético. Sin seguir influencia alguna como cabria pensar del arte más clásico del barroco o del simbolismo de finales del XIX, Capó hace lo que le gusta, sin regirse siquiera por los temas que más podría vender. La pintura y la escultura se complementan tanto en una exposición, como en un lugar bien escogido de una casa.