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«Azúcar». Una palabra y un mito unidos. No había empezado el concierto y ya se escuchaba entre el público el grito de guerra de Celia Cruz. La Guarachera de Oriente actuó el pasado domingo en el Casino, donde amadrinó el Club Latino del centro. Antes, una antorcha gigante descendió del techo de la sala con los dos presentadores encima. Después, llegó la salsa en estado puro. Celia Cruz subió al escenario y su presencia inundó la sala de ovaciones.

«Pensé que no vendría nadie pero veo que volverán a contratarme porque aquí hay mucha gente», bromeó la cantante. La cubana demostró estar en plena forma. Bailó, cantó y se dejó querer por una sala llena que no paró de aplaudir y de llamarla guapa. Incluso alguna de las autoridades presentes se animaron, como Tiffany Blackman, presidenta de Ibatur, que no paró de bailar, o Kettylin Magnusson, la dueña, junto a su marido, del Casino. Más contenidos estuvieron Joan Bauçà, concejal de Turisme del Ajuntament de Palma; Conrado de Villalonga, director general de La Caixa en Balears; la artista Francisca Martí o Eugenio Galdón; presidente de Cable Europa. Joan Fageda, alcalde de Palma, tuvo que marcharse a mitad de la actuación para cumplir con otros compromisos.

Celia Cruz no quiso estar sola sobre el escenario. Primero llamó a su marido, Pedro Knoic, quien, a ratos, dirigió la orquesta. Después animó a un grupo de cubanos, muy numerosos en la noche del domingo, a que subieran a bailar. Por último, permitió que una espontánea demostrara sus habilidades librándola de las garras del cuerpo de seguridad que quería hacerla bajar. Cruz también se colgó una bandera de su Cuba natal y bailó con ella.

Las grandes canciones protagonizaron la velada. Primero fue «Oye como va», que dedicó a Tito Puente. Después, «La vida es un carnaval», que se repitió en los bises. Más tarde fue «Guantanamera». «Me voy, me fui», decía Cruz. Pero no se lo permitían. El público quería seguir oyendo su voz portentosa. Y Cruz siguió hasta tres veces más, permitiendo que toda la sala se dejara llevar por su música, incluidos los camareros que, después de luchar contra los obstáculos en forma de personas bailando, decidieron dejar la bandeja y moverse al ritmo marcado por Celia Cruz, la reina de la Salsa.