Los coros del Principal fueron los primeros en ensayar en el patio, como se ve en las fotos, y en horario nocturno debido al calor. Foto: JAUME MOREY

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Sevilla viaja al patio de la Misericòrdia, donde ya suenan las voces de quienes interpretarán la ópera «Carmen», de Bizet, los próximos 27 y 29 en el patio del edificio, un lugar inusual y lleno de posibilidades para este tipo de espectáculos. Carmen lucirá vestuario de los locos años de entreguerras, época del charlestón, y el mantón de Manila.

Rafael Durán, director artístico, y Rafael Lledó, escenógrafo, aseguran que han «respetado» al máximo la música de Bizet y la historia a la que acompaña. Sin embargo, para situar el ideal de libertad que representa la heroína protagonista, han elegido un tiempo de «cambios, cuando comenzaba también la liberación de la mujer» como fue la Europa de los años veinte y treinta.

Así, la Sevilla del siglo XIX, que Merimée imaginó «exótica y llena de topicazos, muy a lo Curro Jiménez» da una vuelta de tuerca. Los contrabandistas, aristócratas, toreros y tabaqueras que cantarán en el patio de la Misericòrdia se reunirán en un cabaret entre el humo de cigarrillos, luces tenues sobre los veladores, terciopelos, miradas esquivas, cómplices o acechantes. No habrá taberna, figón con rejas y flores en las ventanas, porrones de vino y azulejos en las paredes.

Sí se mantendrán la plaza de toros, el mercado, la fábrica de tabacos, escenarios habituales en los que transcurre «Carmen», aunque Lledó y Durán no harán una recreación romántica. «El espacio escenográfico es la propia arquitectura del edificio y el patio un macro escenario», apunta Lledó, escenógrafo. Los juegos de luces contribuirán a crear el clímax. El director de escena, Rafael Durán, insiste durante los ensayos en que los cantantes y coros desarrollen sus posibilidades interpretativas porque se quiere potenciar la parte dramática, «actuada» de una pieza protagonizada por una mujer «que no se sometía a las convenciones, por la que luchan dos hombres movidos por unos celos terribles porque ambos quieren poseerla», comenta Lledó. Carmen, «que no se casa con nadie», acaba encontrando la muerte.