Oiseau XVI, litografía en color de 1958.

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Si Pablo Picasso fue «la pasión», George Braque, más introvertido, «se concentró en el universo de las imágenes y la vida humana en configuraciones que son simples y, a la vez, enigmáticas, lo que tiene que ver con su experiencia». Son palabras con las que Matthias Bärmann, comisario de la exposición, explicó de forma sucinta algunos de los aspectos del Braque grabador, que creó la mayor parte de su obra gráfica tras la I Guerra Mundial. En el Casal Solleric se muestran más de 100 trabajos, producción de cuarenta años, de 1920 a 1960.

Este conjunto de obras pertenece a una colección privada, la de Castor Seibel. Y llega a Palma por primera vez en España con el patrocinio de Bancaixa, propietaria de cuatro colecciones de grabado de Picasso, "de las que la «347» se expuso en el Solleric", que también la llevará a Valencia. Seibel cuenta en su fondo de Braque con «algunas rarezas y singularidades» que otorgan a esta colección de obra gráfica el carácter de «única del mundo». Respecto a la peculiaridad de las obras, el comisario explicó que el coleccionista pudo comprar algunas obras «originales y extrañas» como aquéllas que el pintor «trabajó por encima con óleo, gouache o variaciones de color».

En Braque los grabados son «una mirada justo al corazón de su creatividad», añadió Bärmann. Y en «Braque. Obra gráfica» se puede hacer un recorrido por distintos aspectos. Por ejemplo, lo que el comisario definió como libros iluminados. «Es más correcto denominarlos así que libros ilustrados pues Braque hizo una obra para él porque los grabados no tenían una relación exacta con el texto de los libros». Algunos fueron para publicaciones de sus amigos escritores, como Apollinaire; otros para obras de clásicos griegos, como Hesiodo, o de autores japoneses relacionados con la filosofía zen, que interesó a los artistas de las vanguardias históricas.

En las salas de la Planta Entresòl se exponen, además, «obras gráficas de tres tipos esenciales para Braque, naturalezas muertas, motivos clásicos y pájaros», inconografías sobre las que también hay cerámicas. La exposición palmesana, en «una feliz coincidencia», se hace al mismo tiempo que la muestra de las grandes telas de Braque en la Fundación Thyssen, en Madrid, una oportunidad de ver reunida en España una buena cantidad de producción del artista francés que jugaba a intercambiarse cuadros cubistas firmados por detrás con Picasso.

En el catálogo de la exposición se transcribe una entrevista entre Bärmann y Seibel. Éste asegura que comenzó a adquirir las «estampas» de Braque a partir de 1958, cuando tenía 24 años, en la galería Maegh, en París, época en que un «estudiante y trabajador» podía adquirirlas porque «no costaban la décima parte que hoy; unas cuantas horas de trabajo extra y ya estaban pagadas». Seibel, apasionado de la obra de Braque, consiguió comprar láminas únicas como algunas pruebas de estado que «permiten una mirada particularmente íntima y sugerente» sobre su trabajo.