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José Luis Romanillos se define como un amante de la guitarra, con quien mantiene un idilio desde que, en 1961, el deseo de aprender a tocar flamenco le llevó a construirse su primer instrumento. El próximo viernes presentará el libro «La guitarra a Mallorca i els seus constructors», escrito por Toni Mir y Joan Parets, «una respuesta al olvido en que se encuentran los constructores», según el luthier.

Este instrumento, con identidad propia desde el siglo XV, adquirió una forma diferente en Mallorca. La familia Armengol se dedicó al oficio en 1591 y, durante los siglos XVIII y XIX, recibió influencias francesas. «La dinastía de los Casasnovas creó, más adelante, una guitarra propia, autóctona, que se distingue por sus facetas de construcción y en la que se usaban varios diapasones, tiras de madera y puentes diferentes». El resultado, «un sonido humano», afirmó Romanillos.

Sin embargo, hoy en día, «la sociedad ha olvidado al luthier». «El instrumento da al músico la referencia para que los sonidos tomen cuerpo». Sin embargo, «el constructor no se iguala al intérprete», aseguró Romanillos. Todo lo contrario. «Hay que llamar la atención y enseñar que el guitarrero forma parte del ciclo de la música». La manera de hacerlo, que «los estamentos académicos se dediquen a investigar cómo se ha desarrollado la guitarra».

El ansia por llegar a conocer «los principios científicos», por buscar «las raíces a través de la madera» o por «controlar el funcionamiento» de la pieza mueve a Romanillos a seguir luchando. En la actualidad se encuentra trabajando en un diccionario que recoge unos 1.500 luthiers de España, una manera de mostrar «el mosaico del desarrollo de la guitarra a través de sus constructores». Conocer el pasado ayuda en el proceso de creación. «Nada nace con el vacío, todo tiene un germen». Por ello se necesita un punto de referencia, algo en lo que todavía se debe profundizar.