Guerín: «En la película buscaba revelar lo que la cotidianeidad oculta». Foto: JOAN TORRES.

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Su anterior película, «Tren de sombras», recorría la historia del cine mediante una indagación en la luz. En «En construcción», decidió dejar de lado la línea «de ideas y conceptos» para centrarse en el «humanismo, en los personajes y los diálogos». Por primera vez, José Luis Guerín ha creado con «vocación popular». «Las vivencias de un barrio que se transforma han configurado una comedia sobre el fin del siglo». El director presentará hoy su último trabajo en el Centre de Cultura Sa Nostra a las 20.00 y, a las 22.30, en el Cine Chaplin, en un pase especial para gente del sector de la construcción.

A pesar del cambio, lo importante para Guerín sigue siendo mantener los ideales, «no claudicar en ninguno de mis planteamientos» y lograr que el resultado se convierta en algo que guste al director. «Si no te sientes representado por lo que haces, no te satisface que te premien». Precisamente, ganar un galardón no le preocupa. «No es mi vocación hacer películas para que compitan en galas como la de los Goya». Una vocación que Guerín critica. «La sociedad está organizada de tal manera que, si no funciona la competitividad, el mundo mediático no se mueve».

La historia narra la crónica de la desaparición del barrio chino de Barcelona. La construcción de una vivienda, que ocupa el lugar de las de siempre, es el hilo conductor. «Enseguida vi que la transformación urbanística encarnaba una metáfora del paisaje humano». Este descubrimiento hizo que decidiera dejar de lado «los planos de las calles y de las plazas» y dar una imagen del barrio basada «en los rostros». «Parto de una realidad concreta pero he querido universalizarla». La intención, «redescubrir mi propia ciudad evitando la crónica local».

Ver lo cercano con ojos de viajero y sorprenderse ante los detalles. Guerín buscó lo diario y lo miró con ojos nuevos. «Con 'En construcción' buscaba revelar lo que la cotidianeidad oculta». La chica en el balcón, el inmigrante marroquí, la gente del barrio, todos tienen su espacio, un espacio nacido de la convivencia con las personas del lugar durante un año y medio. «Se trataba de convertirse en una presencia para crear una complicidad». Después, sólo quedaba «elegir a las personas más emblemáticas de nuestro tiempo», sin pensarlas aisladamente, sino como una «interacción».

La historia surgió del día a día. «No tener un guión significa una reformulación constante». ¿Qué implicó dejarse llevar por los acontecimientos? Una lucha consigo mismo y con el concepto de director. «Tenía que pactar con la realidad, romper mis ideas preconcebidas». Era necesario crear «una mirada» para que la «revelación se produjera en el momento del rodaje». «He intentado comprender a mis personajes, no hacer explícitas las cosas y dejar espacio al espectador para que juzgue», afirmó.

Para Guerín, en el cine actual existen dos tendencias. La primera se denomina «cine de consumo» y se basa en «las nuevas tecnologías». La segunda consiste en «un cine que busca el despojamiento, huir del artificio a través de escrituras cinematográficas diferentes». Esta última nunca será sustituida por el ordenador porque «basa su estética en la belleza del rostro humano».