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LAURA MOYÀ El universo de los corazones rosa aterriza en Palma. Fucsias, azules eléctricos y amarillos chillones conforman una exposición extravagante y original. Agatha Ruiz de la Prada desembarca en el Castell de Bellver con una retrospectiva de sus últimos veinte años de trabajo como diseñadora. Desde sus inicios hasta el presente, desde 1981 hasta 2000.

«Exponer en el castillo es como un sueño. Es un sitio mágico», comentó. La muestra, «Agatha Ruiz de la Prada. 1981-2000», se inaugura hoy con la intención de «divertir a la gente que venga a visitarla». El humor configura una de las claves de la moda de la diseñadora, una moda en la que la ropa se alía con el arte.

Al tratarse de piezas únicas, reunir un total de 59 trajes que abarcasen los 20 años de vida de la artista plástica se convirtió en una tarea complicada. Ruiz de la Prada lo logró gracias a la ayuda de una de sus clientes, casi una coleccionista, y a sus propios vestidos. «Voy a mi armario y no sé qué ponerme. Casi toda mi ropa está en esta retrospectiva».

En la actualidad, el principal objetivo de Ruiz de la Prada es la conquista de París, aparte de lograr «que las señoras se pongan mis vestidos». «Lo divertido es intentar conquistar Francia. Se trata de algo emocionante que me recuerda a cuando yo empezaba. Como si en vez de 40 años tuviera 18». Allí reproduce todas sus obsesiones, obsesiones que se han ido desarrollando a lo largo del tiempo.