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Jordi Teixidor (Valencia, 1941) acaba de inaugurar el pasado sábado una exposición en la galería Maior de Pollença en la que muestra obras que significan una nueva etapa que el pintor entiende «como un 'intermezzo', un descanso, una reflexión también, en sosiego y tranquilidad, sin entrar en los densos terrenos de años anteriores y donde el pensamiento quedaría un momento detenido desarrollando postulados en espera de un análisis posterior».

Teixidor, que ha ido depurando su trabajo cada vez más, sin concesiones a la facilidad, sigue el camino de la autocrítica para generar la reflexión antes que la emoción en el espectador que contempla su obra.

En esta exposición que presenta en Pollença retoma la serie que expuso en el Espai d'Art Santa Mònica, de Barcelona, donde contrastaba los negros con enérgicas piezas rojas. Ahora, además, añade a las superficies negras, que persisten, una paleta de ocres, rojos o dorados, formando un entramado que oculta la oscuridad sin negarla.