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MERCEDES CERVIÑO - MADRID Como el principio de algo bonito, pero no como el final de nada vive Javier Bardem el hecho de ser candidato al Oscar, un premio que no espera ganar porque aquello dice es jugar en «otra liga», y aunque afirma no tener miedo de perder el norte, sí ve necesario saber, ser consciente, de que puede perder ese norte.

Javier Bardem repitió ayer una y otra vez que ésta era la primera vez que se sentaba él solo en una mesa frente a una ola de periodistas, cámaras y fotógrafos. Ante una avalancha de flashes que no cesaba, exclamaba «no tengo más caras», y ante una avalancha de preguntas que tampoco cesaba, repetía: «Estoy aquí solo y no hay nada más que rascar. Pero el actor poco a poco se fue relajando, y ya totalmente hecho a la situación se fue entre otra tanda de aplausos.

Escéptico, Javier Bardem considera que la candidatura es «el premio» y terriblemente cauto y lúcido, el actor habla de que «uno no ha elegido esto», esta «lotería» que es, dice, «un hecho puntual y puramente anecdótico» que desea vivir «con alegría pero también con distancia y sin pasión».

Porque, insiste, «uno no nace preparado para esto» y el actor recurre a los recuerdos de Almodóvar cuando el año pasado vivió el tramo que va desde ser elegido candidato hasta ganarlo: «Pedro, que siempre es brillante, decía que ante esta situación acaban haciéndote responsable de algo contra lo que tú no puedes hacer nada. Hay una presión inmensa».