Cualquier edad es buena para iniciarse en el sano hábito de la lectura. Foto:TOMÁS MONSERRAT.

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Con la llegada del verano suelen llegar también, de uno u otro modo, los actos de contrición y los propósitos de enmienda. El verano parece ser la estación ideal para que llevemos a cabo todas las actividades que no pudimos realizar en los meses pasados, bien por falta de tiempo, bien por falta de ánimo, o bien por ambas causas a la vez.

Leer los periódicos atrasados, declararse al fin a la amiga "o al amigo" del séptimo izquierda "o izquierdo", iniciar un nuevo régimen o una nueva vida, escuchar los discos que compramos en una oferta especial tres por dos, arrepentirse de haberse declarado, ver las películas que grabamos en vídeo, tomar un café y charlar con los amigos "o las amigas", viajar a alguna antigua o exótica ciudad. Todo ello parece ser posible en estos meses, pues es razonable pensar que ahora dispondremos de un poco más de tiempo, de un poco más de ánimo.

Y como cada verano, también parece razonable pensar que veremos, sin remedio, cómo pasan el tiempo y el ánimo sin que hayamos llevado a cabo ninguno de nuestros buenos propósitos, sean de enmienda o no. Como mucho, en los ratos libres que nos queden, leeremos libros en los que habrá gente que lee, o se declara, o cambia de régimen y de vida, o escucha música, o se arrepiente, o toma un café y charla, o viaja a alguna antigua o exótica ciudad. Así que, en definitiva, a lo largo del verano uno acabará, como siempre, comprando libros que narran vidas intensas que jamás vivirá, volúmenes de vida sana que nunca llegará a abrir y guías turísticas de países lejanos a los que jamás, pase lo que pase, podrá ir.