Antonio Buero Vallejo, en 1987, cuando recibió de manos del Rey el Premio Cervantes.

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CARLOS MÍNGUEZ - MADRID
«Para mí no ha muerto», decía en la mañana de ayer la actriz María Jesús Valdés al recordar a Antonio Buero Vallejo, el autor de la obra que ella estrenó hace cincuenta años, «Historia de una escalera», y que ayer, unánimemente, fue considerado el más grande dramaturgo español de la segunda mitad del siglo veinte.

Antonio Buero Vallejo falleció en la madrugada de ayer en una clínica de Madrid, a la edad de 83 años, después de que el jueves por la tarde entrara en coma tras sufrir un infarto cerebral. «Fue un hombre bondadoso, sin rencor alguno», recordaba María Jesús Valdés, a quien el dramaturgo y académico de La Lengua dedicó «La tejedora de sueños».

Sólo unos días antes, el pasado domingo, había tenido la oportunidad de dar un último beso a Buero Vallejo. Fue en el madrileño Teatro María Guerrero a donde, a pesar de la enfermedad y la flaqueza de fuerzas, el autor de «La Fundación» había acudido a ver una representación de «La visita de la vieja dama», de Durrenmatt. «Fue como una premonición. Sentí que se quería morir», añadía la actriz.

Y ha sido en el María Guerrero, sede del Centro Dramático Nacional, un edificio centenario en el que Buero Vallejo vivió los nervios y el éxito en muchos días de estreno, donde todos aquéllos que le querían y admiraban, gentes del teatro y personas anónimas, han podido darle su último adiós.

Allí, en medio de un patio de butacas en penumbra, iluminado tan sólo por la luz de un foco, sobre un túmulo cubierto con una tela de terciopelo granate "un color muy teatral" y flanqueado por cuatro grandes candelabros, quedó depositado, después del mediodía, el féretro, abierto, con el cuerpo sin vida de Buero Vallejo envuelto en un sudario blanco que dejaba ver su afilado rostro.