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En el día de hoy tiene lugar, en el Centre Cultural Can Gelabert de Binissalem, la inauguración de la exposición «Pasos 1989-1999», del artista sevillano Luis Maraver, quien lleva residiendo en Mallorca desde 1992. El viaje cronológico se inicia en 1989: «Durante el verano viajo a Doñana. Un encuentro con mis raíces, un diálogo con la memoria. Una estancia de dos meses donde vivo sensaciones inolvidables. Un primer reencuentro. Pinto paisajes desolados, tierra cuarteada, animales sedientos. Pinto hormigas», ha escrito Maraver. Un año decisivo para el artista sevillano es 1993: «Nace mi hijo Luis, al que pinto constantemente. Pinto el interior del estudio, pinto bodegones, autorretratos. Un viaje interior donde el espacio se limita sobre cuatro paredes. Me recreo en los clásicos. Rubens, Caravaggio y sobre todo Velázquez, que me fascina. Hago interpretaciones de sus obras como forma de diálogo con la tradición, uniéndola al presente».

El crítico Andoni Sarriegi, en el texto «El agua invisible», afirmó: «Maraver permanece ocupado en su faena "su mester, dirían los antiguos" de pintor. Para él, un ejercicio cotidiano y que le obliga a ir meditando lo vivido. Así podemos describir, parafraseando esta vez en serio a Cézanne, la forma en que aparece el mundo imaginario de Maraver, levantado sobre la agitada profundidad de sus propios recuerdos. Vista en perspectiva, su obra puede leerse como un diario de efectos retroactivos, escrito como si cada noche se contara en él lo que pasó un día cualquiera de hace muchos años. Un relato anacrónico, con el almanaque descabalado, sin índice ni efemérides ni cronología... Y que tal vez arranca mucho antes del 27 de octubre de 1957, fecha natal de este pintor de Sevilla. Si perdiese de golpe la memoria, le pregunto, ¿podría seguir pintando? «A veces lo he pensado. No sé... A lo mejor desaparece todo esto. ¡Y me libero!».