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CRISTINA ROS Ayer se iniciaron los preparativos para la restauración del retablo «Sant Jordi», de Pere Niçard. La intervención, que solucionará los problemas estructurales de la tabla, correrá a cargo de José María Pardo, que contará con la colaboración de Mercedes Blanco y Francisco Fernández. Todo el proceso de trabajo quedará registrado en vídeo y, antes de que el «Niçard» vuelva al Museu Diocesà, la Obra Social i Cultural de Sa Nostra organizará una exposición que permitirá contemplar el desarrollo y la tecnología empleados en la solución de los problemas de esta tabla, a la que el restaurador califica de «pieza clave».

"¿Por qué hablamos de «el Niçard»?
"Porque es la única obra suya que conocemos. No se sabe nada más de él, ni qué hizo antes ni qué hizo después. Es el misterio de los misterios. Sólo podemos afirmar que Niçard era un pintor itinerante y a la vez un gran maestro. Se dice que debía ser de Niza, pero no se sabe ni de dónde venía, ni con quién se había formado, aunque su técnica es muy similar a la de los grandes maestros de Flandes.

"¿Qué aporta técnicamente esta obra?
"Representa técnicamente la modernidad pictórica. Es el final del gótico. Pere Niçard empezó a pintarla en 1468, y lo hizo de forma mucho más avanzada que cualquier pintor del lugar, técnica y estilísticamente. Tan superior era el nivel que ni él ni Sedano, veinte años después, dejaron seguidores, como dice el padre Llompart. En cuanto a la pintura, con las tres muestras del primer análisis, se comprueba que se utilizó huevo y aceite. Esa imagen tan precisa del «Sant Jordi» se consigue gracias al óleo, algo imposible de conseguir con el temple. De nuevo, estamos prácticamente en la técnica de los maestros de Flandes. De ahí los brillos, los reflejos en la armadura, los efectos metálicos... Eso, para la pintura de aquel tiempo, debía ser alucinante. Y después está el tamaño de la pieza: hay muy pocas pinturas sobre tabla de este formato en el ámbito internacional.

"En síntesis, ¿cuál es el proceso a seguir?
"Para proteger la película de pintura, le pegaremos unos papeles especiales con unas resinas suizas y acumularemos papel hasta que le demos la dureza y la consistencia deseadas. Después, se irá separando del viejo soporte con un tubito que lanza vapor y la despega. Finalmente, la transplanteremos a un soporte inerte, previamente revestido con una tela. Esta intervención es un calco de la que se hizo en la National Gallery en una obra de Cima, de unas medidas y técnica muy similares, aunque era más avanzado por tratarse de un italiano de pleno renacimiento.