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ANA PÉREZ A los tres años se enamoró perdidamente del pato Lucas y le entró tal fiebre por el dibujo que en su casa siempre había déficit de papel. Entre hamburguesa y hamburguesa, el ketchup le servía para «ensangrentar» a sus personajes, y con 13 añitos se fabricaba su propia pornografía a costa de imaginar desnudas a sus compañeras de clase. El Festival Internacional de Creación Audiovisual ha caído rendido a los pies de su espíritu independiente y le ha premiado con un ciclo sobre su obra. El «monstruo» se llama Bill Plympton.

Plympton manifestó a Ultima Hora que «no me gusta que nadie financie mis películas porque luego pierdes todos los derechos sobre ellas. Mis costos son bajos porque casi todo lo hago yo mismo, incluso los efectos de sonido. Así resulta más barato y más divertido. Con 16 o 17 años presenté mi trabajo en la Disney y me dijeron que volviera 10 años después. Pasado ese tiempo me ofrecieron un millón de dólares, pero negociar con ellos es como hacerlo con el poli malo y el anticristo a la vez. Querían adueñarse de todas mis ideas, y yo quiero ser independiente y hacer cosas raras que no podría hacer con ellos».