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ANA PÉREZ A Lauren Bacall le sienta bien el clima y la gastronomía mallorquina. Echando por tierra su fama de mujer dura y poco accesible, el mito de Hollywood atendió ayer a los medios de comunicación "con hora y cuarto de retraso, eso sí" entre broma y broma, firmó autógrafos e incluso se dejó fotografiar con todo el que se puso a su lado.

Vestida de sport, pero con una elegancia y sencillez que sus setenta y tantos años no han hecho más que acentuar, se mostró sorprendida ante el mare mágnum periodístico "«¡Oh, la, la!», fue lo primero que dijo" y, con un rotundo «no soy ninguna reina», se negó a sentarse en la especie de trono cubierto de damasco rojo que le habían preparado. Relajada, sonriente y conquistadora "«me gustan mucho Mallorca y los mallorquines»", explicó que le apetecía trabajar con un director novel y cómo no pudo resistirse a participar en «Presences of Mind» "«una película con la que no sólo no me darán el Oscar sino que acabará con mi carrera», dijo entre risas" tras leer el guión y pasar un estupendo día en California con Antoni Aloy, que le recibió «con los brazos abiertos».

Antes de acabar, Bacall nos regala otra muestra de su sentido del humor. Cuando ve la portada del especial que «Fotogramas» dedica a Humphrey Bogart con motivo del centenario de su nacimiento, y en la que también aparece ella, agradece el respeto con que se recuerda a su marido pero aclara que quien hubiera cumplido cien años es él, y no ella. Por primera vez, se pone seria y sentencia: «No habrá otro Bogart. Fue único, que quede claro».