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ANA PÉREZ Agustín González impone. Imponen su presencia y su voz, y seguramente también la galería de personajes a los que ha dado vida: personajes «con enjundia», como él dice, fuertes y también "por qué no decirlo" malhumorados que vienen superpuestos a la memoria. La amabilidad, la sencillez y la ausencia de prisas forman, junto a una cierta socarronería, la otra cara del actor, inmerso estos días en «La huella», la obra que representa en el Auditòrium en un mano a mano con Andoni Ferreño y bajo la dirección de Ricard Reguant. En una entrevista que reproduce hoy González afirma en relación a su relación con los creadores noveles que «yo siempre estoy dispuesto a trabajar con todo aquél que quiera trabajar conmigo, pero estos directores no deben saber ni siquiera que existo. Saben de otras cosas, pero de que exista un señor que se llama Agustín González, que es un actor que después de tantos años sigue ejerciendo su profesión con un éxito más que notable, ni idea. El desligamiento que tienen respecto a la generación a la que yo pertenezco es notable. Otra de las razones es la lucha proverbial de generaciones: los jóvenes siempre han arrasado a los viejos. Dicho todo esto, si alguno de ellos quiere contar conmigo, encantado de la vida». En relación a los Goya, un premio que nunca ha recibido, asegura contundente: «Ni quiero. De hecho me he alegrado muchísimo en esta última ocasión de haber podido evadirme del festejo de los Goya. Estaba en Valencia haciendo 'La huella' y me ha venido como anillo al dedo. Es una ceremonia que no me gusta porque es una pura mímesis de los Oscar de Hollywood, de lo más hortera, todos allí puestos, con sus esmóquins y sus corbatas... He estado nominado en varias ocasiones, pero siempre se lo daban a otro. Ése ha sido ya el motivo definitivo. Que les den morcillas».

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