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Sor Encarnación, que dejó sa Pobla hace 65 años para ingresar en el convento de las Caputxines de Palma, abandonó por un momento la clausura para desgranar algunos de sus recuerdos, muy vivos aún a los 88 años, sobre algunos de los objetos que este año se exponen junto al popular Belén, propiedad del convento. La recaudación obtenida se destina a un plan de restauración del edificio.

Sor Encarnación goza de una memoria prodigiosa, «que el señor quiere conservarme», dice, y va recorriendo las piezas cerámicas, generalmente de uso común, que las Caputxines han guardado durante siglos, desde su fundación en el siglo XVII, y que ahora se muestran junto a otras obras de labor confeccionadas también por las religiosas. «Como la liturgia fue cambiando se perdieron muchas costumbres, como la de usar algunos de estos cacharros en ocasiones especiales», comenta sor Encarnación frente a unas preciosas jarras de cerámica de Felanitx que se utilizaban en el refertorio, para el agua, una vez al año. «Después las secábamos bien y las envolvíamos hasta el siguiente. El miércoles y el jueves santo tomábamos leche de almendra en estos tazones», dice. En la exposición también se exhibe un pequeño jarrón en el que las monjas introducían habas blancas y negras con las que se votaba cuando alguna de ellas profesaba.